-No la conocés –mentí.
-No la conozco.
-Bah, sí... la conoces...
-¿La conozco? –se exaltó Goñi. Pensó un instante-.
¡Lucrecia! –aventuró. Lucrecia era una compañera de trabajo mas fea que un culo. El “Pacu” le decían los muchachos de empaque. Mire a Goñi con cara de ofendido.
-No...No...
Goñi se quedó callado, expectante. Y Contreras también, ya ni siquiera fingía estar trabajando y me miraba.
-Adriana –dije.
-Adriana... ¿Quién es Adriana? –balbuceó Goñi, y con el costado del ojo advertí que Contreras palidecía.
-La flaca, la narigona que va al “Freddy”. Que almuerza siempre con la petiza –agregué, como si fuera necesario.
La verdad es que ni yo lo podía creer. Lo cierto es que me costó mucho decidirme a encararla. Nunca he sido muy suelto para atracar minas.
Pero ese día apareció sola en el boliche. Sin la petisa. Y se sentó a una mesa en compañía de un libro, La inteligencia emocional.
Supongo que, como a casi todas las mujeres, le jodía comer sola pese a que era clienta del boliche y los dos mozos la conocían. Era, indudablemente, el momento. Y yo, el hombre indicado para aprovecharlo. Goñi me lo hizo saber, aumentando la presión, argumentando que él se marginaba de la competencia ya que era casado y que, además, no estaba a ese nivel. Contreras no había ido ese día y, por otra parte, también era casado y notablemente temeroso de lo que pudiera decirse de él.
Había mas candidatos, sin duda, en las otras mesas, pero muchos almorzaban con compañeras de trabajo que sabían que ellos tenían esposas e hijos, situación que los paralizaba. Y algún otro aspirante, quizás, desconocido, al cual habría que adelantarse. No tomé el café, incluso, por el apuro y los nervios y, cuando ya salíamos con Goñi, me paré junto a la mesa de ella y le hice la más imbécil de las preguntas.
-Perdoname –dije-. ¿Estás leyendo ese libro?
-Lo estoy terminando –contestó ella, con una sonrisa.
-Ahh... ¿Y qué te parece?... Porque lo estaba por comprar y...
-Mirá... –frunció ella la boca, pensativa, adoptando un gesto de crítico literario. Al tiempo, señaló vagamente la silla desocupada de su mesa.
Dije “permiso”. Y me senté. Lo demás fue fácil...
Continuará...
Roberto Fontanarrosa
martes, 31 de julio de 2012
domingo, 29 de julio de 2012
Una Playa Desierta...Continuación
Lo disfruté desde el primer momento, cuando la cosa se dio bien. Tenía de alguna manera que transmitírselo a Contreras en forma no explícita, sino como algo artero, tangencial, oblicuo. Pensé durante todos esos días previos cómo pegarle la puñalada de la forma en que más le doliese. Quería ver si mantenía, después de saberlo, esa misma cara de satisfacción reprimida e hija de puta que puso la vez aquella, hará dos años, en que me negó los tres días de vacaciones. Durante los 20 minutos que duró esa reunión intentó mantener una expresión neutra y profesional de empleado jerárquico que simplemente conversa con uno de sus subalternos, pero yo le advertía adentro, muy adentro, el goce propio del malparido que goza con su poder.
No podía ir, entonces, y contárselo de buenas a primeras, sin mediar un tema que justificara la información, porque después de todo lo nuestro no era una amistad sino una simple relación de trabajo.
Venía con nosotros de tanto en tanto a almorzar, porque éramos pocos y, de no ser así, tenía que comer solo como un perro. Sin embargo, cuando Wulfsohn se quedaba en la oficina (y no tenía ningún almuerzo de trabajo) bien que Contreras prefería irse con él a comer un bife con ensalada al Riviera o al Mercurio.
Supe, entonces, que podía sacar el tema con el apoyo involuntario de Goñi. Aparte, Goñi lo detesta a Contreras y sin duda le iba a complacer hacerlo mierda. Goñi no soporta la formalidad de Contreras, su pulcritud, esa permanente corrección, el hecho de que no diga malas palabras ni hable de fútbol.
Cuando Contreras bajó, entonces, y se quedó abajo controlando lo de Bisleri Hnos. me di cuenta de que había llegado el momento. Lo llamé a Goñi y le pedí todo lo pendiente sobre la cuenta de Isurrieta.
-¿Para qué lo querés todo? –me preguntó Goñi-. Es muchísimo. ¿Tenés que adelantar?
-Sí –le dije. Hasta ese momento Contreras ni nos miraba, sentado en el escritorio de Resquín.
-¿Te vas de vacaciones? –siguió Goñi.
-Sí.
-Ah, que pícaro... Ahora te lo traigo... –pero antes de irse se volvió para preguntarme, invasor-. ¿Te vas solo?
Goñi sabía que soy soltero. Y que me había peleado con Ana hacía ya más de cuatro meses. Aguanté un poco la respuesta, como para crear la duda, y de paso observé de reojo a Contreras, que había parado la oreja.
-Sí... Sí... –ése era el momento crucial. Si Goñi se daba vuelta y se iba, tendría que buscar otro recurso. Pero lo conozco demasiado a Goñi.
-¿O te vas con alguna minita, Albertito, decime la verdad? –me pinchó Goñi. Amplié una sonrisa muda y meneé la cabeza, sin contestar. Intuí que Contreras me estaba mirando.
-Te vas con una minita, hijo de puta –se rió Goñi, señalándome como a un delincuente. Como los grandes escualos, Goñi había olfateado la sangre y yo sabía que no soltaría la presa-. Te vas con una minita. Decime, contame... ¿Con quién te vas? –se me había acercado hasta casi tocar mi nariz con la suya. Me retiré un poco, como molesto, lo suficiente como para que se justificara hablar en voz alta...
Roberto Fontanarrosa
viernes, 27 de julio de 2012
Una Playa Desierta -
La cara! ¡La cara que puso el imbécil de Contreras! Creo que viví toda mi vida sólo para ver la cara que puso ese hijo de mil putas.
Para ser sincero, no fue que se transfiguró o que se le saltaron los ojos de las órbitas, pero yo noté, noté como si de repente se le hubiese agolpado toda la sangre debajo de los mofletes, alrededor de los ojos, como si lo hubiesen inflado desde adentro. Observé, sí, dentro del cuidado que puse para no mirarlo demasiado, que le latía una venita en el cuello, azul la venita, casi verde, como una luz intermitente de alarma. Se puso morado, es cierto. Y se la comió, no dijo nada.
Es que él estaba muerto con ella, con Adriana –ya puedo llamarla Adriana-, aunque se hacía el fruncido, el contenido, y nunca comentó nada.
Pero se le notaba. Las veces que íbamos a almorzar al “Freddy” no le sacaba la vista de encima. Se sentaba incluso de frente a ella para poder mirarla.
Me di cuenta un día en que, al llegar ella con la petisita esa que siempre la acompaña, Contreras se cambió de asiento con el pretexto de que había un reflejo que lo molestaba. Contreras no es Goñi, por supuesto, Goñi, en cambio, no dejaba de hablar de Adriana.
-Mirá, mirá cómo se vino hoy –me anunciaba a veces entredientes, agitado, tapándose la cara como para disimular cuando su actitud era obvia para todos-. Mirá como se vino la guacha ...
Y yo optaba por una posición intermedia. Tiraba un comentario al pasar, como para no dejar pagando a Goñi, pero no me excedía en adjetivos, algunos de los cuales le caían bastante mal al amargo de Contreras. Goñi es un exagerado, es cierto, pero la verdad es que a veces Adriana aparecía por el boliche y parecía una diosa. Siempre elegante, nunca de sport, pero invariablemente provocativa, ya sea por las polleras bien cortas, o por el cuello del saco sastre bastante escotado. Un día Contreras no aguantó más y la calificó con una palabra rebuscada.
-Inquietante –murmuró, acompañado, esa vez sí, alguna de las opiniones más frescas y contundentes de Goñi.
-Rebuena la guacha –había dicho Goñi, casi desplomándose sobre la mesa.
Y no sé si decir que Adriana es linda. Es rara. Es interesante. De esas narigonas tetonas de piernas largas que, como dijera Contreras, inquietan. Siempre había un pequeño revuelo en el “Freddy” cuando llegaba ella con la petisa. Un murmullo entre las mesas de hombres, un cabeceo, un girar de cabezas al unísono...
Roberto Fontanarrosa
miércoles, 25 de julio de 2012
Rodolfo Fito Páez
Rodolfo Fito Páez nació en Rosario el 13 de marzo de 1963 y formó Staff, su primera banda, cuando tenía 13 años. Ya en 1977 tocaba en El Banquete, junto a Rubén Goldín y Jorge Llonch. A partir del año siguiente se presentó como solista en varios pubs locales. Cuando Juan Carlos Baglietto formó su banda, lo incluyó como tecladista y como arreglador, junto a Goldín, quien también tocaba la guitarra. En esa banda militaban Silvina Garré y Sergio Sáenz. Para fines de 1983 ya cantaba "Del '63" solo con su piano, en medio del show de Baglietto.
Durante una presentación con Baglietto en el teatro Coliseo (4/12/82), Charly García fue hasta el camarín para saludarlo. El apenas tenía 19 años y la plata que sacaba le daba para pagar algunas deudas. Al poco tiempo, Daniel Grinbank, por aquél entonces mánager de García, lo llamó a su oficina: comenzaría a ensayar para la gira nacional de "Clics Modernos", junto a GIT y Fabiana Cantilo. Tocaría los teclados en lugar de Andrés Calamaro, que se unía a Los Abuelos de la Nada y participaría en los discos "Clics Modernos" (1983) y "Piano Bar" (1984).
Tras ese empujón artístico, preparó su primer disco solista, "Del '63" (1984). Lo presentó primero en Rosario y luego en Buenos Aires, acompañado por Daniel Wirtz en batería, Fabián Gallardo en guitarra, teclados y voz, Tweety González en teclados y Paul Dorge en bajo, más los invitados especiales: Fabi Cantilo, Rubén Goldín y Miguel Zavaleta. Al tiempo, Llonch retornaría al bajo.
Ya por entonces consagrado como uno de los compositores más importantes (Luca Prodán lo definió como "el hijo de Charly García y Nito Mestre"), se presentó junto a Baglietto en Obras, el 7 y 8 de junio de 1985, para presentarse nuevamente ante el público porteño con su nuevo disco, "Giros".
Con Luis Alberto Spinetta tuvo un encuentro fortuito, similar al que lo unió a García. «Esta es la mejor música que se está haciendo hoy», comentó el Flaco tras escuchar un demo de lo que sería el segundo álbum. Juntos grabaron "La la la" (1986) y realizaron una desordenada gira que los llevó hasta Santiago de Chile. Ese año participó de los festejos por los Mil Días en Democracia, organizados por el gobierno de Santa Fe en el Monumento a la Bandera. Allí se presentó con Spinetta como invitado, en un espectáculo que también reunió a Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré y Antonio Tarragó Ros.
"El peor crimen que puede cometer un intelectual es el engaño a través del cual obtiene dinero", declaró al presentar "Ciudad de Pobres Corazones" (1987), compuesto en memoria de su tía y su abuela, asesinadas en Rosario. Este álbum, elegido como el Mejor del Año para el Suplemento Sí, marca una clara diferenciación con el período anterior, más rítmico. Su escepticismo se plasma en las composiciones dark y en sus declaraciones: "para quien piensa que la música sirve para algo, la gira de Amnesty es lo mejor que le puede pasar. Yo no creo que el arte sirva para nada". Si en su primera etapa cantaba "quién dijo que todo está perdido / yo vengo a ofrecer mi corazón", ahora sentencia: "en esta puta ciudad / todo se quema y se va / matan a pobres corazones".
En diciembre de 1987 se presentó como telonero de Sting, en el estadio de River Plate. Todavía furioso e ireverente, declaró: «¡A los 40 años se da cuenta de que están torturando gente en el mundo! ¿Quién de nosotros puede permitirse esa misma ingenuidad? Lo que es crítico es el fenómeno en los medios: lo muestran a Sting como si fuera el Santo Redentor» (H.Vargas, pág 106).
"Ey!" (1988), su siguiente disco, se grabó en Nueva York y La Habana, mientras participaba del Festival de Varadero junto a Baglietto. Este es el primer disco producido por el propio Fito y fue registrado con su nueva banda: Guillermo Vadalá en bajo, Guillermo Colombres en batería, Osvaldo Fattoruso en percusión, trompetistas y saxofonistas del grupo Afrocuba (que por entonces acompañaba a Silvio Rodriguez) y una serie de guitarristas invitados: Fabián Gallardo, Ulises Butrón, Ricardo Mollo y Gabriel Carámbula.
«"Ey!" aparece en un momento de transición. Luego de una temporada en el infierno que lo llevó a su expresión musical más salvaje, contrapuesto al sitial de romántica lucidez en el que muchos pretendían congelarlo por su producción anterior, Páez lanza este trabajo sobre el final de una etapa, antes quecomo testimonio de un nuevo punto de partida (...)"Ey!" parece un conglomerado de influencias y estilos que muestran no a uno, sino a varios Fito Páez posibles. Una gama de posibilidades en que pueden advertirse, sin dudas, facetas más logradas e interesantes que otras» (G.Allerand, citado en H.Vargas, pág 119).
"Tercer mundo" (1990) es una especie de película sobre el continente americano y sus países. «El disco refleja lo que ví en mis viajes por América Latina: las fiestas paganas, los curas mezclados con los terroristas, las prostitutas tratando de quitarles el dinero a los norteamericanos. Me dije: aquí abajo hay un mundo muy fuerte. Quise reflejar eso», explicó Fito (H.Vargas, pág 131). Los temas más importantes son "Carabelas nada", "Yo te amé en Nicaragua", "El chico de la tapa" y "Tercer Mundo", definida grandilocuentemente como «el equivalente rockero de "Cambalache"». Con nueva banda, este trabajo fue presentado en el teatro Gran Rex los días 14 y 15 de diciembre. Los músicos eran Gallardo en teclados, guitarra y coros, Guillermo Vadalá en bajo, Daniel Colombres en batería, Ricardo Verdirame en guitarra, Mario Maselli en teclados y Celsa Mel Gowland en coros. Entre los invitados especiales (tanto al disco como a su presentación) figuran Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Liliana Herrero, Fabiana Cantilo e Illya Kuryaki & The Valderramas.
El siguiente álbum sería el que mayor éxito y dinero le traería: "El amor después del amor" (1992). "Nadie puede y nadie debe vivir sin amor" es el estribillo que caracteriza a este trabajo, criticado por su superficialidad y "falto de compromiso". Sin embargo, el éxito comercial lo llevó a ser el disco más vendido de la historia del rock nacional (600.000 copias) con hits como el tema homónimo, "La rueda mágica", "Dos días en la vida" y "A rodar mi vida". Fue presentado primero en Rosario, en el estadio cubierto de Newell's Old Boys, luego en once shows en el teatro Gran Rex de la Capital y, finalmente, por todo el país en La Rueda Mágica Tour '93, que culminó en Velez, los días 24 y 25 de abril, ante 40.000 espectadores cada noche. En diciembre de ese año repitió su presentación en Velez, a beneficio de UNICEF Argentina: donó 420 mil dólares.
Páez se quedó con todos las encuestas de popularidad: Mejor Solista, Mejor Disco ("El amor..."), Mejor Tema y Mejor Video
("Tumbas de la gloria") y perdió solamente en Mejor Show, superado por el retorno de Seru Giran en River. Ya para mediados de 1994, "El amor después del amor" había alcanzado las 650.000 copias vendidas.
El éxito también lo acompañó en Cuba y fue el primer extranjero en permitírsele su presentación en la Plaza de la Revolución de La Habana, ante 40.000 espectadores y con transmisión en directo para el resto de la isla. Luego, acompañado por Silvio Rodríguez, fue a visitar a Fidel a la Residencia. Su presentación en el Festival de Montreux (Suiza).
Con la presión de igualar el éxito anterior, Fito volvió al estudio para grabar "Circo Beat" (1994), pero las expectativas (artísticamente hablando) quedaron muy grandes para este trabajo. Sin embargo, un par de temas contaron con amplia difusión en las radios: "Mariposa Tecknicolor" y "Tema de Piluso", en homenaje al cómico rosarino Alberto Olmedo. También editó "Circo Beat Brasil", con tres bonus tracks en portugués: "Mariposa Technicolor" (a dúo con Caetano Veloso), "She's mine" (con Djavan) y "Nas luzes de Rosario" (o "Tema de Piluso", con Herbert Vianna, de los Paralamas). En total, esta placa vendió 350.000 copias, lo que lo convirtieron en el segundo álbum más exitoso del '95.
Se presentó también en las Francofolies, el desembarco del "nuevo rock francés" en Obras, con Sinclair, FFF y No One is Innocent, más el aporte local de Todos Tus Muertos y Los Fabulosos Cadillacs.
En 1995 presentó oficialmente el material en 20 shows en el Teatro Opera y cerró el año en un estadio de River sorprendentemente semivacío (apenas convocó a 25.000 espectadores). Lo acompañaron Pomo (batería), Gabriel Carámbula (guitarra), Gringui Herrera (guitarra), Guillermo Vadalá (bajo), Alina Gandini (teclados), Laura Vázquez (teclados) y Nicolás Cotta (percusión). También participaron Andrés Calamaro, Ariel Rot, Liliana Herrero y Fabiana Cantilo como músicos invitados. Las presentaciones de "Circo Beat" tuvieron su última fecha en un show al aire libre y con entrada gratuita, que convocó a cerca de 50.000 personas en los bosques de Palermo.
La cadena MTV le propuso en 1996 grabar un unplugged, pero ante el no acuerdo económico, Fito grabó una recopilación acústica en sociedad con Telefé, bautizada "Euforia". Se trata del primer disco en vivo del rosarino, con varios hits y tres inéditos: "Dar es dar", "Cadáver exquisito" y "Tus regalos deberían de llegar".
En septiembre de ese año protagonizó un hecho histórico: la primera vez que un rockero se presentaba en el prestigioso Teatro Colón de Buenos Aires. Tocó alguno de sus clásicos, canciones del folklore, unos tangos y homenajeó a Spinetta y a Charly, con sendos covers.
En 1998 editó "Enemigos íntimos", un muy promocionado álbum junto al español Joaquín Sabina, cuyo título sería premonitorio sobre la relación del dúo: terminaron cancelando una gira con más de 60 fechas por América y España con una poesía de despedida firmada por el español: «Urge cortar por lo sano, con la gira del verano, y el kilombo del video. El rol del patito feo, no me va te lo aseguro, y menos el de hombre duro, que a tí te cuesta tan poco».
En el '99 se edita "Abre", un material fuerte con temas extensos, producido por Phil Ramone, en el cual el aspecto vocal se impone en primer plano.
"Rey Sol" (2000) fue dedicado a su hijo Martín. Éste álbum tuvo su cuota polémica con el corte "El diablo de tu corazón", cuyo videoclip fue dirigido por Eddie Flehner. Pero pese a eso, no fue demasiado aceptado.
Dejando de lado momentáneamente su faceta de músico, Páez dirigió durante el 2001 la película "Vidas privadas", protagonizada por su mujer de entonces, Cecilia Roth, junto a Gael García Bernal, Lito Cruz y Héctor Alterio. El film, con guión del propio Páez, fue estrenado el 25 de abril del 2002, y Fito presentó su trabajo en varios festivales internacionales. La crítica no lo acompañó, y el músico/cineasta se enojó con los medios especializados.
El 2003 lo encontró en un aspecto mucho más rockero, como hacía tiempo no se lo veía. "Naturaleza sangre" incluyó como invitados a García, Spinetta y Rita Lee, y el material fue editado también en formato DVD.
"Mi vida con ellas 1" y "2" no deja de ser una recopilación en vivo, pero tiene el mérito de no caer necesariamente en los hits más clásicos de su carrera. Fue grabado en diferentes ciudades de América.
Bajo la dirección de Gerardo Gandini y acompañado por una orquesta de nueve cuerdas, encaró otro disco de versiones, "Moda y pueblo", con el agregado que también incluyó composiciones ajenas de por ejemplo, Charly García y Spinetta.
"El mundo cabe en una canción" (2006) fue editado luego de terminar de rodar su segundo film, "De quién es el portaligas". Producido por el propio Fito, el disco fue grabado en Circo Beat, junto a Guillermo Vadalá (bajo), Gabriel Carámbula (guitarras), Coki Debernardi (guitarras), Gonzalo Aloras (guitarras y voz), Pete Thomas (batería y percusión) y Vandera (coros). Además, participaron Claudio Cardone, Ana Alvarez de Toledo, Claudia Puyó, Nigel Walker, Fena Dellamaggiora y Bolsa González. Con este trabajo, ganó un Latin Grammy en la categoría Mejor álbum de Rock Vocal.
"Rodolfo", editado en agosto de 2007, representa un cambio musical en la carrera de Fito, ya que lo grabó acompañado solamente por su piano. Al año siguiente, registró en vivo "No sé si es Baires o Madrid", con varios invitados como Joaquín Sabina (previa reconciliación), Pablo Milanés y Ariel Rot, entre otros.
Con "Confiá" (2010) fue presentado en Rosario, en el Luna Park de Buenos Aires y luego por Europa, "Tiempo al tiempo" como caballito de batalla.
Fuente http://www.rock.com.ar/artistas/fito-paez
lunes, 23 de julio de 2012
El primer encantador de perros de la Patagonia
EL DESAFÍO DE ALASKA
Para Curuchet, el verdadero desafío era correr Iditarod. Y lo logró. Con el respaldo de la provincia de Tierra del Fuego, el Gato pudo participar de la carrera más importante del deporte de trineos con perros. Fue el primer sudamericano en correrla. Recorrió durante 14 días en Alaska, 1800 kilómetros junto a los mejores equipos y mushers del mundo. Fue reconocido por su aspecto solidario (socorrió a otro competidor en plena competencia) y cuando su trineo se gastaba o alguna parte parecía colapsar, el Gato con alambre y paciencia lo arreglaba, volviendo a la pista de inmediato.
"Es que la habilidad que desarrollé al tener que hacerme mis propias cosas me dio mucha experiencia, me arreglo las cosas y listo. Te imaginas si tengo que esperar que me manden el repuesto no podría hacer nada, por eso yo hago todo, incluso mi cabaña acá en el valle...o los caniles...todo lo hago yo". Esa participación del Gato en Iditarod logró que se la reconozca a Ushuaia como uno de los lugares del mundo donde se practica el trineo con perros. Fue entonces cuando el nombre del Gato se convirtió en sinónimo de trineos en lo mas austral del mundo.
El refugio donde vive Curuchet en Tierra del Fuego. Foto: Martín Jauregui
Por estos días, Curuchet dedica gran parte de su tiempo a cuidar y mantener su "cabaña-refugio Del Viento" o "Akeaata" en el Valle Carvajal, a 19 kilómetros de Ushuaia y a 3020 kms. de Buenos Aires. Tiene más de 70 perros y conoce el nombre de cada uno de ellos. Muchos lo visitan para sentir la misma emoción que llevo a este hombre a dedicar toda su vida a los perros.
"¿Quieren sentir el viento frío en la cara, la nieve en los pies y los perros tirando del trineo?, ¿quieren ser musher por unas horas? y esta bien, cuanto mas contacto tengamos con los animales mejores personas nos volvemos", dice sonriendo mientras arma un trineo para salir a la nieve del valle. El Gato es feliz llevando a muchos que se acercan hasta su refugio buscando ese contacto especial que existe entre el perro y el hombre. Incluso, muchas personas han llegado desde distintos lugares del país con las cenizas de su perro para esparcirlas en un lugar donde creen que tendrán mejor eternidad. Soltarlos en el valle y que se unan a la manada de los perros del cielo. Una mística que acompaña al Gato Curuchet desde sus primeros días.
La tarde se va derramando sobre el filo de los cerros que rodean al Valle Carvajal. En lo profundo de un cañadon se escucha un aullido agudo y sentido. Resuena como eco en las paredes rocosas y se clava en las nieves que rodean el paisaje. El Gato Curuchet detiene la marcha del trineo y escucha con atención. El aullido vuelve a sonar más fuerte. El Gato sonríe y piensa "Karut: sigo tu huella, se que estas ahí, custodiando nuestra tierra. Hasta siempre Karut, ya nos encontraremos". En el aire suena su orden "Ambaii" y el grupo de perros comienza la marcha otra vez. El Gato vuelve a su refugio sabiendo que el espíritu de los valles lo acompañará hasta sus últimos días. Y eso lo hace feliz. Para siempre.
Martín Jáuregui /LaNación
viernes, 20 de julio de 2012
El primer encantador de perros de la Patagonia
EL SUEÑO DEL TRINEO PROPIO
Pedro Curuchet vive en un refugio de Tierra del Fuego; tiene más de 70 perros; cómo aprendió el arte de ser "musher"
El Gato soñaba con tener su propio trineo. En Argentina no existen fábricas de ese tipo ni nadie se ha dedicado a ese rubro. Es lógico, el corto tiempo de duración de la nieve en el invierno, las pocas ciudades con nevadas muy prolongadas y el nulo uso de trineos en el país no permitió desarrollar una industria dedicada a ese mercado. Por eso tuvo que aprender a fabricar su propio carro, patines y todo lo necesario para armarse un verdadero sled-dog . Al mismo tiempo tuvo que aprender a criar y enseñar a los primeros ejemplares el arte del mushing.
"Al comienzo no entendía nada - dice - era todo cuesta arriba. Sabia cosas de campo, yo venía de Tandil, me daba maña...hasta podía domar caballos, pero esto era muy difícil, por mas que me ponía no era capaz de dirigir una sola tira de perros...era un desastre!. Fue ahí que me dije ¨Tengo que ira a Alaska¨" y así lo hice. Fueron unas vacaciones raras, tuve que convencer a mi mujer y finalmente fuimos y ahí aprendí todo".
Aprendió a fabricar trineos, a diseñar arneses para los perros, a manejar una tira y finalmente, convertirse en un musher. Cuando volvió a Tierra del Fuego empezó a desarrollar su actividad cada vez con mas éxito. Incluso aquel viaje fue el encuentro entre él y "Eco", el lobo polar que lo acompañó durante mucho tiempo.
"Eco, un lobo polar, ¿te imaginas que hermoso animal? Hoy es el espíritu de los Valles, es el líder de la manada mas grande que te puedas imaginar. Suena su aullido, el aullido de Eco y así nace la leyenda".
Y comenzó, sin que el se diera cuenta, una leyenda que todo el valle Carvajal comenta. La leyenda del Gato que ama los perros. El Gato del trineo.
JUNTOS PERO NO AMONTONADOS
Como si se tratara de un equipo de futbol, cada perro tiene una posición y una función especifica en el tiro del trineo. Los perros llevan su nombre de acuerdo al lugar que ocupan y esa información es de vital importancia para el musher. La habilidad del conductor radica en permitir que el animal cumpla su rol de la mejor manera posible. Por eso la conexión entre los animales y el conductor es casi mística.
Cada grupo de tiro tiene un perro guía o el lead dog, que es aquel que va en la delantera y lleva al grupo por el camino que él sigue. El trineo puede tener uno o dos perros líderes. A veces, en situaciones difíciles, el musher suelta al líder para que este busque la huella y puedan seguir andando. Es el único perro que goza de ese privilegio. Detrás de los lideres se ubican los swing dogs o points dogs, son los que marcan el ritmo de la marcha, las curvas y las cuestas o bajadas. Luego se ubican los team dogs que son los que le dan la fuerza a toda lo formación, generalmente en ese lugar forman los perros mas fuertes y por ultimo, pegados al trineo y al musher están los wheel dogs, aquellos perros mas calmos y de mejor temperamento que ayudan a conducir al trineo con mas precisión en aquellas curvas difíciles o situaciones de riesgo. Son los guardianes del trineo.
Todo el conjunto funciona de manera sincronizada y como una sola pieza. Las órdenes que da el musher son fuertes y el equipo de perros responde a instante y con una serie de ladridos que acompañan el arranque. Hombre y animal juntos en un solo y armónico movimiento. Una actividad que aún conserva el misterio de esa primitiva unión que nació hace miles de años...Por Martín Jauregui
miércoles, 18 de julio de 2012
El primer encantador de perros de la Patagonia
Con la nieve aún pegada en su barba y el rostro curtido de vientos polares, el hombre descendió del trineo al auxilio de uno de sus perros que se quejaba con un aullido profundo. Un montículo de nieve ocultó un pozo que le jugó una mala pasada al animal. El hombre se acercó, lo acarició mientras trataba de calmarlo. La pata del perro se torció y el dolor no lo dejaba avanzar. "Es una torcedura" -pensó-, "con un poco de calor y reposo se le pasa, pero hay que llegar al refugio". Sin dudarlo, soltó al animal del trineo y lo alzó en sus brazos. En un solo movimiento lo cargó en la parte delantera del trineo junto a los bolsos y su equipaje. El perro se acomodó como un ovillo entre quejidos y pequeños ladridos. El hombre volvió a acariciarlo, lo cubrió con una lona y volvió a su puesto de mando en el trineo. Miró al cielo, celeste y frío. Orientó el trineo sobre la huella de nieve. Tomo aire y dio la voz de mando: "¡Ambaii!" [gritó]. La travesía comenzaba otra vez.
La escena puede ser un fragmento de "Colmillo Blanco" de Jack London en la Alaska del siglo XIX pero no. El hombre y su trineo viven en las tierras más australes donde habita el hombre. Tierra del Fuego. Ushuaia. Valle Carvajal. El Valle de lobos, como lo conocen. El hombre es el Gato Curuchet. Un autentico musher. Un experto en el arte del sled-dog , conducir trineos tirados por perros en la nieve. Aprendió este arte-destreza hace muchos años en Alaska, cuando decidió que su vida iba a estar ligada a estos animales para siempre. Supo que su destino eran las nieves y los perros desde muy chico. Cuentan las leyendas familiares que Pedro Curuchet, su verdadero nombre, dibujó a los ocho años un paisaje no muy diferente al que hoy es su refugio. Una cabaña, un arroyo cristalino, perros y nieve, mucha nieve.
"Mi mamá dice que ya de chico me gustaban los animales, en especial los perros, pero la verdad es que no me imaginaba la vida que me tocó. Esta vida que me hace feliz", cuenta a LA NACION el Gato mientras camina entre los caniles (las pequeñas cuchas donde viven sus perros) llevando alimento balanceado de primera calidad.
"Cuando tenía veinte años me vine de viaje a la Patagonia, a dedo...y de a poco fui llegando. Mi sueño era tomar un barco que me lleve a Alaska, pero lo perdí...y en vez de volverme al norte a seguir probando suerte, decidí quedarme acá...donde en aquel entonces todo estaba por hacer...y así me quedé en Ushuaia...gracias a ese barco que nunca pude tomar...". Curuchet nació en Tandil y siempre fue un espíritu inquieto. Ya en sus primeros días en la isla organizaba travesías náuticas, buceo en aguas heladas e incluso armó expediciones para explorar los cerros de la región. Pero el verdadero cambio en su vida se produjo por un regalo que le hizo su mujer: "Karut" su primer perro Husky. "Ese perro fue el que me inició en todo esto...puro amor hecho perro y allí comprendí que mi verdadera vocación estaba con ellos". TRINEO A PURA VOZ Ser musher no es sencillo. El "mushing" ha sido y es una forma de transporte nórdica que tiene como característica usar perros de tiro y esquíes o trineos para deslizarse con mayor velocidad por superficies nevadas. El término proviene del francés y es la orden de voz para iniciar la marcha:"marchés" . Su significado esta asociado a la acción de "adelante" o "marchar". Hoy en día las palabras que se utilizan llegan del ingles como "¡Hike!" o la voz lapona "Ambaii" que significa "vamos!". El arte de conducir trineos con perros es tan viejo como la humanidad misma. Algunas pinturas nórdicas de vieja data muestran hombres conduciendo trineo con perros, renos y otros animales de tiro. En muchas leyendas de la región la imagen del trineo es parte esencial del relato. Incluso el mítico Papá Noel, en su versión del Norte, viaja por los aires conduciendo un trineo "casi celestial" tirado por unos renos liderados por el famoso Rudolph, aquel "reno-guía" de la nariz roja. El mushing se define en general como una forma de medio de transporte sobre la nieve sin importar que animal tira del trineo o patín de tierra en algunos casos. Como deporte es practicado en casi todas las latitudes donde hay nevadas importantes pero su desarrollo principal se dio en el Norte de Europa y en Norteamérica. El origen de esta práctica se reconoce en el pueblo lapón que utilizó esta forma de transporte desde tiempos remotos. Alaska es la capital mundial de este deporte (es, incluso, el "deporte estatal") y allí se realiza la carrera mas larga de esta disciplina: Iditarod. Los perros y el trineo fuera de la competencia fueron y siguen siendo utilizados en tareas domésticas como cargar madera o repartir leche en los pueblos mas alejados de las zonas árticas. Si bien en los últimos años muchos trineos de perros fueron reemplazados por "snowcats" o motos de nieve, en algunos casos las temperaturas extremas y los sitios de difícil acceso solo permiten el ingreso de trineos. Esta realidad convenció a muchos habitantes de zonas mas alejadas a seguir utilizando el sled-dog como medio de transporte mas seguro ante cualquier condición del tiempo. Martín Jáuregui /LaNación
"Cuando tenía veinte años me vine de viaje a la Patagonia, a dedo...y de a poco fui llegando. Mi sueño era tomar un barco que me lleve a Alaska, pero lo perdí...y en vez de volverme al norte a seguir probando suerte, decidí quedarme acá...donde en aquel entonces todo estaba por hacer...y así me quedé en Ushuaia...gracias a ese barco que nunca pude tomar...". Curuchet nació en Tandil y siempre fue un espíritu inquieto. Ya en sus primeros días en la isla organizaba travesías náuticas, buceo en aguas heladas e incluso armó expediciones para explorar los cerros de la región. Pero el verdadero cambio en su vida se produjo por un regalo que le hizo su mujer: "Karut" su primer perro Husky. "Ese perro fue el que me inició en todo esto...puro amor hecho perro y allí comprendí que mi verdadera vocación estaba con ellos". TRINEO A PURA VOZ Ser musher no es sencillo. El "mushing" ha sido y es una forma de transporte nórdica que tiene como característica usar perros de tiro y esquíes o trineos para deslizarse con mayor velocidad por superficies nevadas. El término proviene del francés y es la orden de voz para iniciar la marcha:"marchés" . Su significado esta asociado a la acción de "adelante" o "marchar". Hoy en día las palabras que se utilizan llegan del ingles como "¡Hike!" o la voz lapona "Ambaii" que significa "vamos!". El arte de conducir trineos con perros es tan viejo como la humanidad misma. Algunas pinturas nórdicas de vieja data muestran hombres conduciendo trineo con perros, renos y otros animales de tiro. En muchas leyendas de la región la imagen del trineo es parte esencial del relato. Incluso el mítico Papá Noel, en su versión del Norte, viaja por los aires conduciendo un trineo "casi celestial" tirado por unos renos liderados por el famoso Rudolph, aquel "reno-guía" de la nariz roja. El mushing se define en general como una forma de medio de transporte sobre la nieve sin importar que animal tira del trineo o patín de tierra en algunos casos. Como deporte es practicado en casi todas las latitudes donde hay nevadas importantes pero su desarrollo principal se dio en el Norte de Europa y en Norteamérica. El origen de esta práctica se reconoce en el pueblo lapón que utilizó esta forma de transporte desde tiempos remotos. Alaska es la capital mundial de este deporte (es, incluso, el "deporte estatal") y allí se realiza la carrera mas larga de esta disciplina: Iditarod. Los perros y el trineo fuera de la competencia fueron y siguen siendo utilizados en tareas domésticas como cargar madera o repartir leche en los pueblos mas alejados de las zonas árticas. Si bien en los últimos años muchos trineos de perros fueron reemplazados por "snowcats" o motos de nieve, en algunos casos las temperaturas extremas y los sitios de difícil acceso solo permiten el ingreso de trineos. Esta realidad convenció a muchos habitantes de zonas mas alejadas a seguir utilizando el sled-dog como medio de transporte mas seguro ante cualquier condición del tiempo. Martín Jáuregui /LaNación
martes, 17 de julio de 2012
Los Rancheros
Los Rancheros es un grupo de rock argentino y son oriundos del oeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Comienzan su carrera en 1990 con Rubén Fernández -más conocido como Meno Fernández- (voz líder y guitarras) y Miguel Gabbanelli (guitarras, teclados y coros), ambos habían formado parte de la banda Autobús. El nombre de la banda lo tomaron del nombre de la quinta donde ensayaban, en el oeste del Gran Buenos Aires.1
En 1991, lanzan su primer disco titulado "Los Rancheros", producido por Andrés Calamaro y editado por Sony Music. Canciones como “La Cruz” y “Pasemos esta noche juntos” comienzan a definir su característico estilo.
En 1993 se integra al grupo Julián Meza (bajo y coros) conjuntamente con el lanzamiento de “Tierra Bendita”. Llega su primer gran éxito “Casualidad” que alcanza el número uno en los rankings de todo el país. Al mismo tiempo se consagran en Argentina siendo grupo invitado de Sting y James Taylor en dos conciertos memorables en el estadio de Vélez Sarsfield. "Ni por todo el oro del mundo", su tercer disco dejó clásicos como “El Che y los Rolling Stones” y “Mujer”, entre otros, y es el primer trabajo que se edita en toda Latinoamérica y Estados Unidos.
Entre el ´96 y ´98 se vinculan artísticamente con EMI Odeón y editan tres discos “Supernova”, “Ángeles Tatuados” y “Vinilo” de esta etapa se destacan temas como “Sin solución”, “Será”, “Mala vida” y “El mensaje del río”. Mientras que las giras de conciertos se hacen cada vez mas extensas y recorren toda Argentina y países limítrofes.
El 2000 los encuentra con un compilado de lados B llamado "Adiós" editado por Edel Music. Luego de esto se produce un break en donde Meno Fernández se instala en Miami y trabaja en su primer disco como solista con la colaboración de Palito Ortega y bajo la producción de Robert Livi. El resultado fue “Sin pedir nada” 2004 con temas como “Lastima” y “La mujer que amo”. Un año más tarde Los Rancheros vuelven a los escenarios renovados con la inclusión de Riqui González (batería).
“Canción sin tiempo” (Sony BMG) marca el regreso discográfico con grandes éxitos reversionados y grandes artistas invitados de la música nacional tales como Moris, David Lebón, Adrián Barilari (de Rata Blanca), Ale Sergi (de Miranda!), Juanchi Baleirón (de Los Pericos) y Adrián Otero (de Memphis la Blusera), entre otros…
Los Rancheros festejan sus 20 años de trayectoria dándole la bienvenida a su noveno disco de estudio titulado "Estimulante", que incluye once temas inéditos, entre ellos “Parabrisas”, “Ey”, “Adivinaré”, Adiós Mickey Mouse”, “Bizarro” y una versión del tema de Litto Nebbia “Rosemary”. Aportaron su arte en esta producción el mismo Litto Nebbia, Leo García y Marciano Cantero de Enanitos Verdes. A partir de mayo de 2010 comenzara a rodar el “Tour Estimulante”.
domingo, 15 de julio de 2012
El ojo de la patria (fragmento)
Carré recogió el sombrero, lo limpió con la manga del sobretodo y lo que vio entonces no iba a olvidarlo jamás. El cura volvió sobre sus pasos, se arremangó la sotana y a favor del viento y la nevisca se puso a mear muy orondo sobre la tumba recién cerrada. Carré se mordió el puño, ciego de furia, y trató de grabarse los rasgos del meador solitario. ¿No lo había cruzado antes en el Refugio o en la fugacidad de una cita clandestina? ¿O se parecía a uno de los tantos desconocidos que le pasaban mensajes para otros desconocidos? Lo vio partir tosiendo, rascándose la cabeza por debajo de la gorra, y alcanzó a registrar que el pelo era negro y lo llevaba bien cortado.
Salió del escondite arrastrando la pierna agarrotada por las várices. Apretaba en el bolsillo el libro de la Princesa Rusa y no pudo contener un gesto de asombro. Su nombre completo estaba grabado en la cruz, como si fuese el de un tipo cualquiera, de esos que tienen familia y un domicilio conocido. Sacudido por la sorpresa, sólo atinó a quitarse respetuosamente el sombrero y a levantar la corona caída en el barro.
No prestaba atención a las voces que cantaban los versos de Morrison. Pensó en arrancar la cruz que delataba su identidad pero comprendió que sería inútil ya que el mensaje estaba dirigido a la red y a nadie más le importaba su existencia. Pero, ¿por qué El Pampero había decidido matarlo así? ¿Por qué no lo habían liquidado de verdad como hacían los ingleses que empujaban a los suyos bajo las ruedas del subte, o los alemanes que aparecían flotando en el Sena después de una noche de juerga? ¿Lo consideraban tan insignificante que ni siquiera merecía que le dispararan una bala en la nuca? Acomodó la corona y se dijo que lo mejor sería esconderse en alguna parte y esperar nuevas instrucciones. Después de todo, el Jefe le había dicho que él sería el ojo de la patria en las puertas del infierno. Quizás esa noche en el Refugio alguien sentiría un poco de pena por él, aunque no estaba seguro. Cerca, dos viejos limpiaban un cantero y arrojaban flores marchitas en el cesto de la basura. Antes de irse Carré se agachó a despegar el chicle con las marcas de los dientes del cura. Lo envolvió en el pañuelo y juró sobre su propia tumba que no iba a descansar hasta encontrar al hombre que había profanado su última morada.
Osvaldo Soriano
El ojo de la patria (1992)
viernes, 13 de julio de 2012
El ojo de la patria (Continuación)
Pensó en lo que diría su padre si pudiera verlo. Recordaba una pesadilla que había tenido en la cárcel de Alemania: se perdía en un bosque y corría a tontas y a locas hasta que caía en un pozo lleno de arañas y murciélagos. Gritaba aterrorizado llamando a su padre que pagaba las cuentas de la vida en una ventanilla donde hacían cola decenas de hombres y mujeres sin cara. Entonces el padre se acercaba y le ponía la mano sobre la cabeza. Todavía sentía la dulzura de la mano. Casi no conoció a su padre pero lo imaginaba por la foto en blanco y negro que su madre le había dejado en la pieza. Muchas veces se preguntaba cómo había sido aquel hombre cuando tenía su edad y llegó a la conclusión de que pasó sin contar para nadie, sin dejar huellas en el camino. En la foto aparecía como de treinta y cinco años, bien afeitado, con una corbata de nudo intemporal, peinado de época antes de que se llevara el corte de los yuppies. Era un hombre que no llamaba la atención. Tal vez se conformaba con tener al día los expedientes de Vialidad y llevar el sueldo a casa. Pero, ¿con qué soñaba? ¿Deseaba a otra mujer? ¿Tenía enemigos? ¿De qué cuadro era? Durante los años en Buenos Aires Carré sintió la vida como un espacio vacío. Tenía algún conocido pero no amigos de verdad. Le enseñaron a amar confusamente a la patria, pero nunca soñó con representarla en un país lejano. Pronto asumió su infortunio con las mujeres y de tanto en tanto iba a buscar consuelo en los alrededores de Constitución. A veces sospechaba que también su padre había acudido a esos hoteles baratos para olvidarse de algo. ¿Pero de qué? No estaba seguro de que lo hubiera hecho feliz ver a su hijo trabajando de espía en París. Aunque sin duda las medallas lo colmarían de orgullo si hubiera podido verlas.
Miró a su alrededor y no vio más que al cura y los falsos deudos que se persignaban frente a la tumba. La rubia recogió con elegancia el vestido que le llegaba a los tobillos y abrió la marcha por el sendero de lajas. Tenía los tobillos bien formados y un gran agujero en la media derecha. El hombre alto fue tras ella y la cubrió con el paraguas mientras el cura aplastaba el chicle sobre una tumba vecina...
Osvaldo Soriano
Osvaldo Soriano
miércoles, 11 de julio de 2012
El ojo de la patria (fragmento)
La mañana del funeral fue gris y destemplada. Carré llevaba un sobretodo viejo y un sombrero de fieltro para protegerse de la nieve. Desde su escondite alcanzaba a ver el montículo de tierra húmeda y la cruz de madera ordinaria. Entre los cuatro desconocidos que rodeaban el ataúd había una rubia vestida de negro. Un cura regordete masticaba chicle y rezaba en latín. Los otros dos llevaban trajes oscuros y el más alto sostenía un paraguas tan grande que los cobijaba a todos. De vez en cuando la mujer se apartaba el velo para estornudar y sonarse la nariz. El cura calzaba galochas y se envolvía con una bufanda negra. Mientras decía la plegaria sacudía una polvareda de incienso que la brisa se llevaba hacia la arboleda cercana. El mas petiso, que tenía el pantalón enchastrado hasta las rodillas, sostenía una corona de flores como si fuera un maletín. La rubia, que había seguido la ceremonia con la solemnidad de un coronel de infantería, hizo una señal con la mano en la que apretujaba el pañuelo. Al rato, arrastrando cuerdas y palas, aparecieron dos sepultureros que venían de escuchar a los chicos que cantaban frente a la tumba de Jim Morrison.
Mientras bajaban el ataúd, Carré no consiguió disimular su tristeza. Se dijo que al menos podrían haber contratado a las lloronas del barrio para mostrarle un poco de afecto. Su entierro era tan insignificante y desgraciado como el de Oscar Wilde, que tenía una estatua desnuda y tiesa al fondo del sendero. Por lo menos al escritor lo había acompañado un perro callejero y los confidenciales británicos le sembraron un cantero de petunias que utilizaban para entregar sus mensajes a los enlaces de la Security.
Al ver que los peones echaban las primeras paladas de tierra, Carré sintió un desfallecimiento y tuvo que apoyarse en el ala de un querubín para no perder la compostura. Ni siquiera advirtió que su sombrero rodaba por el suelo y abría un delgado surco sobre la nieve. Parado allí, con el corazón apretujado, sin saber lo que haría al volver a la calle, se preguntó quién ocuparía su lugar. Quizá habían puesto un montón de piedras o el cuerpo de un perro reventado por el frío, como solían hacer los polacos y los búlgaros.
La noche anterior, después de atender el llamado, se metió en el bolsillo la pistola y el libro de la Princesa Rusa y se precipitó escaleras abajo para esconderse en el bar de la Gare du Nord. No percibió ninguna señal de Pavarotti. Al amanecer, para estar seguro de que ya no lo seguía, se acercó a su casa y encontró la puerta del edificio abierta de par en par. A la entrada alguien había colocado una ofrenda de flores, un horario de inhumación en el cementerio del Pere Lachaise y una urna para dejar las condolencias. Como no estaba seguro de que alguien le llevara el pésame, Carré tomó una tarjeta en blanco, escribió un nombre de mujer y la echó en la urna. Más tarde, mientras esperaba el ómnibus, sintió la irresistible tentación de asistir a su propio entierro. Todavía no podía hacerse a la idea de que estaba fuera de la vida, de que tendría que penar para siempre como un espectro de carne y hueso al que nadie puede ver....
martes, 10 de julio de 2012
Intoxicados
Intoxicados es la banda que nació tras la disolución de Viejas Locas y, al igual que ella, tiene como líder a Pity Álvarez.
El primer disco de ésta nueva formación se llamó "Buen día"; fue grabado en los estudios Del Abasto al Pasto y se lanzó hacia finales del año 2001. La placa refleja "un día en la vida de cualquiera". Como el mismo Pity describe, «las letras apuntan a lo social, a lo que pasa en la calle, lo que me pasa a mí o mis compañeros. También cosas que se ven en el lugar en donde vivís. Hablamos de cosas que sabemos, y eso está bueno porque es muy creíble».
Contiene temas como "Yo no fui", "Se fue al cielo", "Un gran camping" y "Quieren rock", primer corte de difusión. Se trata de temas que habían quedado compuestos de la época de Viejas Locas, pero que nunca fueron editados.
En el año 2003 salió a la venta "No es solo rock and roll", disco que los llevó de gira por toda la Argentina. El álbum incluye éxitos como "Está saliendo el sol", primer sencillo, y "No tengo ganas". Ésta placa deja ver la variedad de influencias musicales que ya desde el título anuncia que no todo, para ellos es rock and roll; de hecho, "Una vela" es un hip-hop barrial y en la presentación que realizaron en el Luna Park se dieron el gusto de tocar "KKK took my baby away", de The Ramones.
El 20 de septiembre de 2005 sacaron a la venta un CD-DVD bajo el nombre de "Otro día en el planeta Tierra" con temas como "Sr. Kiosquero", "Fuego", "Una Señal", "Reggae para Mirtha", "Nunca Quise" y "Fuiste lo mejor".
Este nuevo material discográfico, producido por Ezequiel Araujo, estuvo disponible en formato CD y en una edición especial CD-DVD-Cómic que tenía filmaciones de la banda en el estudio, backstage de varios shows, imágenes de Intoxicados en Tilcara (Jujuy) y los videos de "Sr kioskero" y "Espero que la vida" (el cual solo fue editado en DVD).
La variedad y amplitud musical que estaba insinuada en el disco anterior acá se potenció. Las catorce canciones que lo conforman atraviesan los más impensables estilos: reggae, rock and roll, balada, hip hop, punk, dub y hasta un carnavalito.
Entre noviembre del 2007 y abril del 2008 grabaron "El exilio de las especies (Thend)" el cual puso fin a la "trilogía intoxicada"; éste nuevo material aparece en dos ediciones: digipack especial y box set de lujo; ésta última es una edición limitada realizada en madera, tapa de acrílico transparente con tratamientos en serigrafía y espacio para guardar la discografía completa de la banda. La grabación se realizó en los Estudios El Pie con pre-producción de Jorge Rossi y Adrián "Burbujas" Pérez; la producción artística estuvo a cargo del propio Pity Álvarez. El disco fue lanzado en mayo, pero desde el verano se pudieron escuchar "Pila Pila" y "Casi sin pensar", cortes de difusión.
En febrero de 2009, Pity Alvarez se despidió de la banda para retomar con Viejas Locas. El último show fue en el Cosquín Rock, acompañado por Skay.
domingo, 8 de julio de 2012
La torre de cubos
(...)Mamá no estaba. Tardaría en regresar trayendo su aromática bolsa llena de frutas y verduras. Cuando volviese, Irene la asaltaría y clavaría los dientes en el jugo abultado de las uvas. Entre tanto, armaba cosas con sus cubitos amarillos y rojos y hablaba con ellos mientras sentía el frío de los mosaicos. (...)La ventana estaba lista en el medio de la torre. Era así. chiquita. Como para que se asomase una persona del tamaño del dedo pulgar de Irene. La torrecita temblaba de miedo de romperse, pero se mantenía firme. (...) Primero parpadeó tres veces, luego cinco, porque desde el otro lado una cabra le sacó la lengua. (...) Se agachó nuevamente, espiando por el agujerito, y la cabra le dijo: "¡meee!" Irene no sabía que pensar. Espió de nuevo. Habia colinas azules y muchísimos durazneros en flor. Las cabras blancas subían y bajaban por una montañita de todos colores. (...)Era una verano tierno, de durazneros. Era un cielo liso como dibujado en la arena por la palma de una mano. Eran unas briznas de lenguas mojadas y allá, a lo lejos, enroscando humaredas desde las chimeneas, un grupo de casitas. En pueblo Caperuzo todos tomaban té con miel a las cinco de la tarde.(...)
-nosotros defendemos, -explicaron-,defendemos al que lo necesita. (...)
-defendemos a los negros, cuando los blancos los desprecian. Les susurramos al oído: "negro, negro, tu cuerpo es brillante como la piel de la manzana, tu cuerpo es bueno y buena es tu cabeza. Tus manos son raíces que fuera de la tierra morirían. Hay que enterrarlas, aquí, y crecer y transformar los jugos del mundo para dar frutos. Negro, negro, -así les decimos-, hay que trabajar y aprender y enseñar hasta que cada brizna del campo reconozca tu buen cuerpo brillante como una manzana". (...)Los duendes de colores la llevaron a las colinas azules. Colgaban de los durazneros ligeros columpios, en los que Irene se hamacó riendo. La boca se le llenaba de viento con sabor a té. (...) El sol era un jugo lento sobre las colinas azules, Irene pasó toda la tarde conociendo maravillas. Aprendió a hacer delicadas torres de arena, a llamar a los peces rojos, a remontar barriletes desde los barquitos pardos. Cuando cayó la noche las aguas color membrillo se pusieron mas intensas y un incendio de estrellas se volcó en la superficie de las colinas. Las casitas seguían enroscando humaredas con sus chimeneas. Al acercarse al pueblo dejaron atrás el claro garabato de los durazneros. (...) Irene se sentía feliz allí. El olor a pan y a durazneros le llenaba el cuerpo. Las casitas caperuzas eran pepitas de luz suspendidas entre las colinas. (...) Irene cantó una alegre canción con los caperuzos y luego pensó que debía regresar. Un pequeñito apilaba cubos dorados. Al mirar por la ventanita de la torre, Irene vió a mamá que la buscaba por la casa. Sus aromáticas bolsas de frutas y verduras estaban en el piso, junto a los cubitos amarillos y rojos. Se levantó la pollera y el vértice de sus piernas rozó apenas la torre dorada. Con los dedos en manojo arrojó un beso para los caperuzos y corrió a morder el jugo de las abultadas uvas de mamá. Estaba segura de que si se lo proponía, su casa sería muy pronto una casa de caperuzos.
Laura Devetach
viernes, 6 de julio de 2012
"El hombrecito verde y su pájaro"
El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un pájaro.
Era un pájaro verde de verde vuelo. Vivía en una jaula verde y picoteaba
verdes verdes semillas.
El hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba verde música en su
flauta y abría la puerta verde de la jaula para que su pájaro saliera
cuando tuviera ganas.
El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde, verde, verdemente.
Un día en medio de un verde vuelo, vio unos racimos que le hicieron
esponjar las verdes plumas.
El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran alegría de color
naranja.
Y voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su canto fue de otro color.
Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo esperaba con verde
sonrisa.
-¡Hola pájaro! -le dijo.
Y lo miró revolotear sobre el sillón verde, la verde pava y el libro verde.
Pero en cada vuelo y en cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas,
pequeños puntos blancos y violetas.
El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en su
sillón verde, en sus cortinas y en su cafetera.
- ¡Oh, no! -dijo verdemente alarmado.
Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco verdemar.
- ¡Oh, no! -dijo, y con verde apuro buscó pintura verde y pintó el pico,
pintó las patas, pintó las plumas.
Verde verdemente pintó a su pájaro.
Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto. Y cuando el pájaro
voló, no pudo pintar su vuelo. Todo era verdemente inútil.
Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel verde y la verde pintura.
Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el cuerpo.
Una especie de cosquilla azul.
Y se puso a tocar la flauta verde mirando a lo lejos. Y de laa flauta salió
una música verdeazulrosa que hizo revolotear celestemente al pájaro.
El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un miedo verde.
Un buen día se encontró con que su verde pájaro cantaba canciones amarillas
y violetas, volaba con vuelos azules, y ya nada estaba igual.
Todo era un verde dolor de cabeza.
Por eso el hombrecito verde empezó a pensar qué cosas habría un poco más
allá de su país verde, detrás de la mata verde. Qué cosas de allá hacían
que todo cambiara tanto del lado de acá.
Estaba desconcertado y tenía verdes dudas sobre las cosas.
- El mundo siempre fue verde -rezongaba, tomando un verde mate-. Siempre
fue verde y así está bien.
Y reprimía los suspiros porque vaya a saber de qué color le saldrían.
Entonces el hombrecito verde se metió en la cama verde y se tapó la cabeza
con la verde almohada.
Cerró con fuerza los ojos y no pudo evitar ver, en el fondo de lo negro, un
montón de dibujos dorados.
Soñó que su pájaro se escapaba y se iba más llá de las matas verdes. Y en
el cielo del atardecer empezaba a planear sobre un montón de paisitos, uno
al lado del otro.
Un país era azul.
Otro era violeta.
Otro era blanco.
Otro, amarillo.
Y otro.
Y otro.
Y otro.
Ninguno se mezclaba con su vecino. Los hombres violetas tenían casas
violetas y los perros violetas olisqueaban el pasto violeta y violetamente
hacían pis en los árboles violetas.
El humo de las fábricas azules hacía toser azulmente a la gente azul.
Y en el Banco blanco, la blanca gente cobraba cheques blancos, para comprar
blancos bifes.
Los chicos marrones salían gritando palabras marrones de la escuela marrón.
Y así otro.
Y otro.
De pronto, una rosa vio al pájaro. Un pájaro verde en el cielo rosa.
-¡Qué es eso! -gritaron todos con rosado grito, y empezaron a tirarle
tomates rosas.
Y los violetas empezaron con los tomates violetas, los celestes con los
tomates celestes, los dorados con los dorados, mientras el pájaro planeaba,
iba y volvía por el aire, subía, se hamacaba en medio del tiroteo de
tomates de todos colores. De vez en cuando picoteaba algún tomate y estaba
encantado, porque los tomates, según su color, tenían un riquísimo sabor
diferente.
Pasó también que los tomates iban cayendo a tierra, pero caían en cualquier
parte. Un tomate azul, sobre la cabeza del quiosquero blanco. Un tomate
amarillo, sobre el zapato de la doña Anisia, la rosa. Un tomate anaranjado,
sobre el caballo de don Antelino, el bordó.
Y así, tomate va, tomate viene, los paisitos se fueron matizando, mezclando
sus colores, volviéndose un bochinche nunca visto entre esa gente.
¡Paf!, un tomate amarillo cayó sobre el hombrecito verde que soñaba.
-¡Perejiles! -dijo, porque siempre trataba de nombrar cosas verdes. Y se
vio un poco amarillo y recordó todos los colores del sueño.
Miró a su alrededor, la almohada verde, la verde pava y su sillón verde.
-Un poco verde -dijo-. Todo es un poco demasiado verde.
Y con un silbido naranja llamó a su pájaro.
Con la salida del sol llegó una pajarita que empezó a revolotear entre los
azahares. De pronto cada uno salió disparado para un lugar diferente. Y
fueron regresando con algo en el pico.
Primero no se notaaba nada. Pero al tiempo, lana va, pelo viene, empezó a
crecer un nido de colores reforzado con palotos y tapizado con todas las
cosas suaves, blandas y mullidas que encontraron por ahí.
Hasta que un día el hombrecito se asomó al nido para espiar y vio en el
fondo tres pequeños huevos violetas. Y una mañana escuchó un alboroto muy
grande en el limonero. El pájaro cantaba en laa punta sus silbidos de
arcoiris mientras la pajarita hacía chip chip, calentando a los pichones
pelados que comían como dragones todo lo que sus padres les trajeran.
El vecindario verde estaba un poco alborotado.
Las vecinas barrían con sus verdes escobas las veredaas verdes y hablaban
muy temprano sobre esos pájaros que tenían reflejos un poco lila y un poco
verdemar.
Doña Soledad no dejó que su nieta se quedara mirando los pájaros.
Don Andresito se hizo el que no vio nada.
Mejor no meterse.
Dalila y su marido encerraron en una pieza a la nena y al canario verde.
Marinés, la que tejía en telar con lana verde, se puso a espiar a los
pájaros. Y el hombrecito la espiaba espiarlos.
Los chicos fueron los primeros en ver la novedad. Entonces llevaron
corriendo una casita para pájaros a la plaza, así podrían acercarse. Pero
el guardián verde de la plaza verde sacó la casita.
Los chicos la pusieron de nuevo.
El guardián la sacó.
Los chicos y el hombrecito la pusieron.
El guardián la sacó.
Los chicos, el hombrecito, Marinés y el diarero la pusieron.
El guardián y otra gente verde de bronca la sacó.
Los chicos, el hombrecito, Marinés, el diarero, las maestras y otra gente
la pusieron de nuevo.
Y los dos bandos estaban muy enfrentados cuando chip, chip, empezaron a
chisporrotear los pichones, y alguien empezó a comentaar en voz baja que
las siemprevivas podrían quedar muy lindas debajo del limonero. Y una
señora dijo que le gustaban los bancos anaranjados para sentarse a tejer.
Y un señor le dijo que quedaría lindísima tejiendo con lana gris sobre un
banco anaranjado.
Y a la maestra le gustó que las tizas escribieran en rosa sobre los
pizarrones verdes. Y a los chicos les gustó que los avioncitos de papel que
se tiraban fueran de todos colores.
Y como quien no quiere la cosa todos empezaron a mirarse y a decirse qué
les gustaba y qué no.
-¡Nunca me lo habías dicho! -comentó una vecina a la otra.
-¿Así que te gustan los paraguas rojos? -le preguntó un intendente a su señora.
- No me gusta tu cara verde -dijo alguien.
- Y a mí no me gusta tu bocaza de decir cosas verdes -contestó el otro-
Y no faltaron los enojos.
Y no faltó tampoco el que dijo:
- ¡Pero qué desorden! ¡Ya nada es como antes, si esto empieza así...!
Y no faltaron los que dieron las espaldas verdes rezongando verdes rezongos
contra esa gente que desbarataba el vecindario verde y alborotaba tanto.
El hombrecito se sumó a los corrillos donde todos decían me gusta, no me
gusta, me gusta, no me gusta. Vio a Marinés, la del telar, que ahora
hablaba de cambiar la lana.
Y le entró algo así como un suspiro.
-¿Y de dónde sacaré cosas nuevas? -se preguntó el hombrecito mirando su
pava verde, su sillón verde, su casa verde. Y miró soñadoramente por sobre
las matas, pensando vaya a saber qué. Por fin llamó a sus pájaros y les
pidió que silbaran un mensaje en las comarcas detrás de las matas.
Y fue una buena idea, porque al poco tiempo una fila de gente de todos los
colores llegó serpenteando por los matorrales.
Cada uno traía una cosa de color para cambiarla por una cosa verde.
Y eran tantos pares de pies viniendo uno tras otro, que terminaron abriendo
caminos en donde antes había sólo matorrales.
Todo el mundo parloteaba y conversaba y se reía, y por ahí se tironeaban un
poco, pero finalmente todo anduvo bien, y la gente se fue encantada de
haber conocido un lugar tan lindo.
Y el hombrecito no pudo más de ganas y se pudo a acomodar la casa. La pava
roja en el lugar de la pava, los banquitos, las cacerolas, los carreteles
de hilo.
La casa era un destello.
Cansado, el hombrecito se fue haciendo un ovillo en la cama tibia.
Los pájaros se esponjaban en el nido entre suaves parloteos.
Y vaya a saberse. Vaya a saberse qué sueños soñaron aquella noche en que la casita tuvo todos los colores del mundo. de Laura Devetach.
Tomado de: "Cuento con vos. Un
libro de cuentos sobre tus derechos"
libro de cuentos sobre tus derechos"
miércoles, 4 de julio de 2012
Picaflores de cola roja.
El frío espiaba por la ventana del aula. Los chicos y las chicas se frotaban la punta de los dedos para poder escribir las palabras que dictaba la señorita Sonia todas las santas mañanas a la primera hora.
¿Habrá traído hoy el superdictado? rezongaban cuando la veían venir toda de plata entre la neblina del fondo de la calle.¿Superdictado? preguntaban.
Sí reía la señorita Sonia, y entraba al aula a escribir en ese cuaderno que tienen las maestras y nunca se sabe a quién se lo muestran.
Uf decían los chicos y las chicas.
Después jugaban con el frío a fumar cigarrillos inventados. Despedían por la boca vapor azul, vapor con secretos, vapor de palabras escondidas, vapor de preguntas que no se animaban a hacer.
Lena sacudía una cabellera de propaganda de champú y hacía aletear los pájaros de sus pestañas.
Manuel se sacaba el sombrero invisible y la saludaba. Después echaba adentro la ceniza de su gran cigarro de señor muy ocupado.
Lena se rociaba con esencias de lejanas islas y ponía cara de televisión.
Manuel, con la misma cara, tenía una pipa de madera tallada por un silencioso navegante.
Hoy haremos dictado de palabras difíciles dijo la señorita Sonia.
Los chicos y las chicas arrugaron las sonrisas. Manuel regaló a Lena una pastilla de naranja y ella pudo reír otra vez.
La puerta del aula estaba cerrada. El frío quedó solo, afuera. Alguien había dibujado un corazón en el cristal empañado de la ventana. Un corazón que se borraba y volvía a aparecer porque siempre algún dedo se enfriaba dibujándolo.
Ornitorrinco dictó la señorita Sonia , murciélago, cuchichear.
Lena y Manuel trataban de escribir con rapidez para tener tiempo de mirarse de reojo y seguir jugando a inventar cosas con el vapor de sus bocas entre palabra y palabra.
Alelí, relampaguear, izar seguía goteando la voz de la maestra.
El vapor de Lena se convirtió en un vestido de fiesta verdemar, con música en el ruedo.
Carnívoro, facilísimo.
Manuel hizo una guitarra eléctrica y la tocó. Lena lo miraba como quien ve el color de la música.
Lena hizo una calle florecida de paraguas rojos, azules y amarillos, con dulzor de praliné. Ella, Manuel y la guitarra allí estaban, paseando y cantando.
Manuel hizo un jazmín para regalar a Lena.
Lena hizo una trenza de pasto para Manuel.
Automovilístico, odontólogo dictaba la señorita Sonia . Lena, Manuel, atiendan porque voy a dictar una sola vez cada palabra.
Los chicos se pusieron colorados, pero solamente un ratito. Vieron que sus compañeros, de una manera o de otra también llenaban el aire con figuras de vapor.
Había un piel roja con chaleco de cuero. Una princesa de trenzas que caían al suelo desde la ventana de una torre altísima, Un marciano con ojos de arena y voz para recitar poemas. Una hermosa agente secreto que bailaba como una rama de mimbre.
De pronto toda la clase pegó un respingo y la señorita Sonia tuvo que dejar de dictar y, sobresaltada, preguntar qué pasa, pero qué pasa, qué les pasa; porque del fondo de un pupitre o de un tintero o del polo norte del globo terráqueo, salieron volando dos picaflores de cola roja. (…)Laura Devetach
Mercedes Sosa
Mercedes Sosa (* San Miguel de Tucumán, Argentina, 9 de julio de 1935 – Buenos Aires, Argentina, 4 de octubre de 2009) Conocida como La Negra Sosa o La Voz de América, fue una cantante de música folclórica argentina reconocida en América Latina y Europa, considerada como la principal cantante de Argentina.
Fundadora del Movimiento del Nuevo Cancionero y una de las exponentes de la Nueva canción latinoamericana. Incursionó en otros géneros como el tango, el rock y el pop. Se definía a sí misma como «cantora» antes que «cantante», en lo que fue una distinción fundamental de la nueva canción latinoamericana de la que ella fue una de las iniciadoras: «Cantante es el que puede y cantor el que debe» (Facundo Cabral). Ese ideal fue expresado por Mercedes Sosa en los títulos de sus álbumes como Canciones con fundamento y Yo no canto por cantar.
Entre las interpretaciones con que se ha destacado en el cancionero latinoamericano se encuentran Canción con todos, Alfonsina y el mar, Gracias a la vida, Como la cigarra, Zamba para no morir, La maza, Todo cambia, Duerme negrito y Calle angosta. Entre sus discos se destacaron Canciones con fundamento (1965), Yo no canto por cantar (1966), Mujeres argentinas (1969), Homenaje a Violeta Parra (1971), Cantata sudamericana (1972), Mercedes Sosa interpreta a Atahualpa Yupanqui (1977), Mercedes Sosa en Argentina (1982), Alta fidelidad (1997) y su interpretación de la Misa criolla (2000). Su último trabajo es Cantora, lanzado poco antes de su muerte, un álbum doble donde interpreta 34 canciones a dúo con destacados cantantes iberoamericanos, y cierra con el Himno nacional argentino.
martes, 3 de julio de 2012
El Hilo Que Lo Conecta Todo
Eres el hilo que lo conecta todo, me hilvana a la música, al color, a
las palabras, a los sentimientos, a la naturaleza, al pensamiento, al deseo, al espíritu.
Antes de encontrarte, yo era un ramo de cosas entremezcladas, ahora
soy una luz única en la que todo está fundido, aglutinado, amasado sin
grumos, procesado, unificado en el sentido literal del término. Diste vuelta el cielo para volcarme las estrellas. Ovillaste el canto para atármelo al alma. Aunque me quede quieta pongo en movimiento todo lo que construye al mundo: ternura, alegría, amor. Y lo que lo transforma: mareas, huracanes, hielos, fuegos, sequías...
Me voy abriendo. Y al abrirme, me expando, crezco, llego a los
confines, vuelvo y entro en mí. En todas partes estás, precediéndome o
esperándome. Eso es lo que más amo en ti: tu puntualidad para vencer mi soledad. Tu perseverancia para pulverizar mi pena y echarla al aire. Tu fuerza para ocupar los espacios ambiguos que existen en un ser: el espacio de la duda, el de la indecisión el de la inquietud, el del desgano... Los transformaste en depósitos de vida, latidos de reserva, semillas de tumbergias rosadas (que ya no sé si existen estas flores cuyo nombre me enseñó Silvina Ocampo). No te voy a decir que es la primera vez que me enamoro, porque no es verdad. Pero sí es la primera vez que "me enamoran".
Que no elegí, que no ejercí el control desde el principio. Que sucedió sin que me diera cuenta. Que cuando supe, ya lo habías resuelto. Y empecé, entonces, a desatarme.
A abrir todas las puertas. A deshacer los nudos. A tirar las piedras a
los costados del camino. A respirar llenando los pulmones. A desprenderme culpas y dolores, resentimientos y rencores y dejarlos en papeleros amarillos. Me gusta tu nombre estereofónico, tu voz vibrante y áspera... ¡bah, todo me gustas!
De pe a pa. Tu risa un poco tímida. Tus manos sensitivas. La forma en
que entornas los ojos con un movimiento casi infantil, como si los párpados pudieran defender todo lo que se lee en ellos. Y tu mirada rápida, directa, que se adelanta siempre a tus palabras, como si les fuera abriendo paso. Me gusta que te importe lo que digo, lo que pienso, lo que siento. Que tengas curiosidad por todo lo que tiene que ver conmigo. Que estés constantemente tratando de asomarte a mi corazón. Para que puedas espiarlo, lo dejo descubierto. Quiero que sepas de mí más de lo que yo misma sé. Que por una vez en mi vida alguien me explique por qué hago o digo..., alguien me dé un
consejo acertado, me haga razonar, me brinde un poco de par..., alguien me saque del torbellino cotidiano, de la envidia de los inútiles, del orgullo de los ínfimos y del desagradecimiento de los mendicantes. Alguien que puede mirar de frente el rostro de los ángeles y que hasta los conoce por sus nombres. Alguien que guarde boletos capicúa, programas de cine, servilletas con el nombre de las confiterías, cajitas de fósforos, sobrecitos de azúcar de todos los lugares por donde viaja. Alguien que conoce el nombre de las estrellas y puede señalar las constelaciones. El hilo que lo conecta todo: cuerpo, mente y espíritu, con la fuerza del cosmos y la vitalidad de la naturaleza. Un hilo que me envuelve, que me hilvana al diamante y a la flor, a la espuma del mar, al granizo, al vuelo del cóndor, al aletear mágico del colibrí, a tu voz, a tu abrazo, a las esquirlas de tu amor cayéndome en el cuerpo.
Autor: Poldy Bird
Buenos Aires - Argentina
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