domingo, 29 de julio de 2012

Una Playa Desierta...Continuación

Lo disfruté desde el primer momento, cuando la cosa se dio bien. Tenía de alguna manera que transmitírselo a Contreras en forma no explícita, sino como algo artero, tangencial, oblicuo. Pensé durante todos esos días previos cómo pegarle la puñalada de la forma en que más le doliese. Quería ver si mantenía, después de saberlo, esa misma cara de satisfacción reprimida e hija de puta que puso la vez aquella, hará dos años, en que me negó los tres días de vacaciones. Durante los 20 minutos que duró esa reunión intentó mantener una expresión neutra y profesional de empleado jerárquico que simplemente conversa con uno de sus subalternos, pero yo le advertía adentro, muy adentro, el goce propio del malparido que goza con su poder. No podía ir, entonces, y contárselo de buenas a primeras, sin mediar un tema que justificara la información, porque después de todo lo nuestro no era una amistad sino una simple relación de trabajo. Venía con nosotros de tanto en tanto a almorzar, porque éramos pocos y, de no ser así, tenía que comer solo como un perro. Sin embargo, cuando Wulfsohn se quedaba en la oficina (y no tenía ningún almuerzo de trabajo) bien que Contreras prefería irse con él a comer un bife con ensalada al Riviera o al Mercurio. Supe, entonces, que podía sacar el tema con el apoyo involuntario de Goñi. Aparte, Goñi lo detesta a Contreras y sin duda le iba a complacer hacerlo mierda. Goñi no soporta la formalidad de Contreras, su pulcritud, esa permanente corrección, el hecho de que no diga malas palabras ni hable de fútbol. Cuando Contreras bajó, entonces, y se quedó abajo controlando lo de Bisleri Hnos. me di cuenta de que había llegado el momento. Lo llamé a Goñi y le pedí todo lo pendiente sobre la cuenta de Isurrieta. -¿Para qué lo querés todo? –me preguntó Goñi-. Es muchísimo. ¿Tenés que adelantar? -Sí –le dije. Hasta ese momento Contreras ni nos miraba, sentado en el escritorio de Resquín. -¿Te vas de vacaciones? –siguió Goñi. -Sí. -Ah, que pícaro... Ahora te lo traigo... –pero antes de irse se volvió para preguntarme, invasor-. ¿Te vas solo? Goñi sabía que soy soltero. Y que me había peleado con Ana hacía ya más de cuatro meses. Aguanté un poco la respuesta, como para crear la duda, y de paso observé de reojo a Contreras, que había parado la oreja. -Sí... Sí... –ése era el momento crucial. Si Goñi se daba vuelta y se iba, tendría que buscar otro recurso. Pero lo conozco demasiado a Goñi. -¿O te vas con alguna minita, Albertito, decime la verdad? –me pinchó Goñi. Amplié una sonrisa muda y meneé la cabeza, sin contestar. Intuí que Contreras me estaba mirando. -Te vas con una minita, hijo de puta –se rió Goñi, señalándome como a un delincuente. Como los grandes escualos, Goñi había olfateado la sangre y yo sabía que no soltaría la presa-. Te vas con una minita. Decime, contame... ¿Con quién te vas? –se me había acercado hasta casi tocar mi nariz con la suya. Me retiré un poco, como molesto, lo suficiente como para que se justificara hablar en voz alta... Roberto Fontanarrosa

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