lunes, 31 de octubre de 2011

Soneto grabado en el tronco de un árbol

Aquel afán de ser, árbol amigo,
que me dejó grabado en tu corteza
fue tan grande y de tal naturaleza
que mientras vivas viviré contigo;

Pues hasta cuando el tiempo, su enemigo,
me haya borrado de tu fortaleza,
y estén muertas la mano y la cabeza
que me han dejado aquí, como testigo,

aquel afán de vida que me inflama
subirá con tu savia confundido
y, en un último esfuerzo de su ardor,

se asomará al temblor de cada rama,
al sagrado calor de cada nido
y al silencio feliz de cada flor.
Francisco Luis Bernárdez





Photobucket

sábado, 29 de octubre de 2011

La lágrima

No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche oscura
para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón sin esa luz sin tasa
que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego.
Francisco Luis Barnárdez


Photobucket

jueves, 27 de octubre de 2011

Romance



Aquellas cosas profundas
Que yo apenas entendía.
Desde que el amor las nombra
Me parecen cristalinas.

Aquel tiempo de otro tiempo,
Que sin gloria transcurría,
Desde que el amor lo empuja
Tiene lo que no tenía.

Aquella voz apagada
Es una voz encendida
Desde que el amor de fuego
Su fervor le comunica.

Aquella frente desierta.
Aquella frente perdida.
Está mucho menos sola
Desde que el amor la habita.

Aquellos ojos cerrados
Están abiertos y miran
Desde que el amor les muestra
Riquezas desconocidas.

Aquellas manos desnudas
Ya no son manos vacías
Desde que el amor las llena
Con su propia maravilla.

Aquellos pasos sin rumbo.
Aquellos pasos sin vida.
Ya tienen rumbo seguro
Desde que el amor los guía.

Aquel corazón oscuro
Luce una luz infinita
Desde que el amor lo alumbra
Con su verdadero día.

Aquel pobre entendimiento
Tiene una fuerza más limpia
Desde que el amor lo inflama.
Desde que el amor lo anima.

Aquella pluma de siempre
Vive una vida más viva
Desde que el amor la mueve,
Desde que el amor la inspira.

Aquel mundo sin objeto
Tiene una razón precisa
Desde que el amor eterno
Lo sustenta y justifica.

Aquella vida de antaño
Responde a peso y medida
Desde que el amor confunde
Su existencia con la mía.

Francisco Luis Bernárdez


Photobucket

miércoles, 26 de octubre de 2011

Manuel Wirtz











Manuel Wirzt (San Nicolás de los Arroyos, 26 de marzo de 1963) es cantante, músico, autor, compositor, actor, mimo, director, y conductor de TV argentino. Desde muy pequeño Manuel demostró su fuerte inclinación artística. Desde entonces ha tomado tanto clases de música y de canto, como de arte dramático, de mimo con la compañía de Alberto Ivern, y además perfeccionó su actuación con los afamados actores argentinos Norman Briski y Héctor Bidonde.

Viajó a Ucrania, donde disfrutó de las clases de payaso y pantomima que tomó en la ciudad de Kiev, entre otros cursos de perfeccionamiento.

Actualmente se encuentra realizando presentaciones por todo el país con su nuevo disco Vení. Y dirigiendo la obra galardonada de Martín Bossi: M El Impostor.

http://www.manuelwirzt.com.ar/

martes, 25 de octubre de 2011

La calesita

Llora la calesita
de la esquinita sombría
y hace sangrar las cosas
que fueron rosas un día...
Mozos de punta y hacha
y una muchacha que me quería;
tango varón y entero,
más orillero que el alma mía...
Sigue llorando el fango
y en la esquinita palpita
con su dolor de tango
la calesita...

Carancanfún! Vuelvo a bailar
y al recordar una sentada,
soy un ranún que en la parada
de tu enagua almidonada
te batió:
Carancanfún!
Y el taconear, y la lustrada
sobre el pantalón,
cuando a tu lado, tirado,
tuve mi corazón.

Grita la calesita
su larga cuita maleva
cita que por la hacer
de Balvanera nos lleva.
Vamos de nuevo, amiga,
para que siga con vos bailando;
vamos, que en su rutina
la vieja esquina me está llamando...
vamos, que nos espera
con su pollera marchita,
esta canción que rueda
la calesita
Letra: Cátulo Castillo
Música: Mariano Mores
Año. 1953


Photobucket

domingo, 23 de octubre de 2011

El último café

El último café

Llega tu recuerdo en torbellino,
vuelve en el otoño a atardecer
miro la garúa, y mientras miro,
gira la cuchara de café.

Del último café
que tus labios con frío,
pidieron esa vez
con la voz de un suspiro.

Recuerdo tu desdén,
te evoco sin razón,
te escucho sin que estés.
"Lo nuestro terminó",
dijiste en un adiós
de azúcar y de hiel...

¡Lo mismo que el café,
que el amor, que el olvido!
Que el vértigo final
de un rencor sin porqué...

Y allí, con tu impiedad,
me vi morir de pie,
medí tu vanidad
y entonces comprendí mi soledad
sin para qué...

Llovía y te ofrecí, ¡el último café!
Tango
Música: Héctor Stamponi
Letra: Cátulo Castillo


Photobucket

jueves, 20 de octubre de 2011

La última curda

Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.

Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya sé que te hago daño
llorando mi sermón de vino!

Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal
que quema el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...
(Tango - Música: Aníbal Troilo; Letra: Cátulo Castillo)


Photobucket

miércoles, 19 de octubre de 2011

ALEJANDRO LERNER - CUATRO ESTROFAS





CUATRO ESTROFAS
No me quedan mas disfráces para actuar
no me quedan mas palábras para no llorar
no me quedan mas sonrisas para dibujar
tanta felicidad que ya no tengo.
No me quedan mas poesías para recitar
ni tampoco melodías para improvisar
no me quedan fantasías
para poder soñar un poco más.

No me quedan mas bolsillos sin vaciar
no me quedan mas lugares donde poder escapar
y ahora estoy mucho mas sola
que mi canción anterior y en mi interior,recuerdos.

No me quedan mas estrófas que inventar
no me importa si no riman o si desafino al cantar
sólo un poco mas de fuerza para imaginar
en este mismo lugar,volver a estar de nuevo juntos.

martes, 18 de octubre de 2011

Silencio

No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.
Francisco Luis Bernárdez



Photobucket

jueves, 13 de octubre de 2011

La lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.
Jorge Luis Borges

Photobucket

martes, 11 de octubre de 2011

Dolor

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar;
Y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.

Alfonsina Storni

Photobucket

Pedro Y Pablo - ¿Dónde va la gente cuando llueve?



¿Dónde va la gente cuando llueve?

Una lluvia cae lentamente
y te lloran las mejillas al reir.
Dentro del oscuro medio día,
moretones amplios hunden el sol,
árboles en llanto lavan el alquitrán.
Dónde van los hombres, corren sin ver
buscan una casa donde secar su piel.

Dónde va la gente cuando llueve,
siempre hay un lugar donde parar.

Tierna mujercita sumergida
en las aguas de mí brazo torrencial,
beso mucha lluvia, en tu sonrisa
hay un arco iris tierno y precoz
en el abanico de tu pestaña gris.
Ves aquellos hombres corren sin ver,
buscan una casa donde cambiar su piel.

Dónde va la gente cuando llueve,
dónde los que no tienen lugar.

Dónde van, dónde van, dónde van,
dónde van, dónde van.

Dónde la señora la señora de alpillera,
dónde le chico del harapo y arrabal,
dónde los profetas de botella.
Una chimenea fuma su paz
sobre la terraza que ellos jamás podrán.
Vamos a la lluvia niña de sol,
ves que todos corren pero no todos van.

Dónde va la gente cuando llueve,
dónde van aquellos que no van.

Dónde van, dónde van, dónde van....

Pedro Y Pablo

viernes, 7 de octubre de 2011

OBDULIO VARELA, EL REPOSO DEL CENTROJAS

La Historia de vida , tal como se la conocía en el suplemento cultural de La Opinión, era una de las formas más difíciles del reportaje. Consistía en escuchar, ante un grabador, durante cinco o seis horas--tal vez más--, a un hombre o una mujer que reconstruían los mejores--o los más terribles--momentos de su existencia. Luego había que comprimir sin reducir, restituyendo a la vez el sabor del relato, el estilo narrativo del entrevistado. Carlos Tarsitano, Ricardo Halac, Julio Ardiles Cray y yo practicábamos el género en La Opinión. Esta entrevista me fue sugerida por Hermenegildo Sábat, quien ilustró en el diario casi todos los textos que contiene este volumen.
El 16 de julio de 1950, en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro, nació una de las últimas leyendas del fútbol rioplatense; ese día, el imponente centromedio uruguayo Obdulio Varela silenció a 150 mil fanáticos que festejaban el gol brasileño en la final de la Copa del Mundo, convertido por el puntero Friaca. A los seis minutos del segundo tiempo, Brasil abrió el marcador alentado por las repletas tribunas del Maracaná, inaugurado especialmente para ese torneo. Entonces, todo Río de Janeiro fue una explosión de júbilo; los petardos y las luces de colores se encendieron de una sola vez. Obdulio, un morocho tallado sobre piedra, fue hacia su arco vencido, levantó la pelota en silencio y la guardó entre el brazo derecho y el cuerpo. Los brasileños ardían de júbilo y pedían más goles. Ese modesto equipo uruguayo, aunque temible, era una buena presa para festejar un título mundial. Tal vez el único que supo comprender el dramatismo de ese instante, de computarlo fríamente, fue el gran Obdulio, capitán--y mucho más--de ese equipo joven que empezaba a desesperarse.
Y clavó sus ojos pardos, negros, blancos, brillantes, contra tanta luz, e irguió su torso cuadrado, y caminó apenas moviendo los pies, desafiante, sin una palabra para nadie y el mundo tuvo que esperarlo tres minutos para que llegara al medio de la cancha y espetara al juez diez palabras en incomprensible castellano. No tuvo oído para los brasileños que lo insultaban porque comprendían su maniobra genial: Obdulio enfriaba los ánimos, ponía distancia entre el gol y la reanudación para que, desde entonces, el partido--y el rival--, fueran otros.
Hubo un intérprete, una estirada charla--algo tediosa-- entre el juez y el morocho. El estadio estaba en silencio. Brasil ganaba uno a cero, pero por primera vez los jóvenes uruguayos comprendieron que el adversario era vulnerable. Cuando movieron la pelota, los orientales sabían que el gigante tenía miedo.
Fue un aluvión. Los uruguayos atropellaban sin respetar a un rival superior pero desconcertado. Obdulio empujaba desde el medio de la cancha a los gritos, ordenando a sus compañeros. Parecía que la pelota era de él, y cuando no la tenía, era porque la había prestado por un rato a sus compañeros para que se entretuvieran. Llegó el empate. Los brasileños sintieron que estaban perdidos. El griterío de la tribuna no bastaba para dar agilidad a sus músculos, claridad a sus ideas. Las casacas celestes estaban en todas partes y les importaba un bledo del gigante. Faltaban nueve minutos para terminar cuando Uruguay marcó el tanto de la victoria. El mundo no podía creer que el coloso muriera en su propia casa, despojado de gloria.


© Osvaldo Soriano, de "Artistas, locos y criminales", Editorial Bruguera. © Osvaldo Soriano, 1983.

Photobucket

martes, 4 de octubre de 2011

LOS SIETE LOCOS

El discurso del astrólogo

[...El Astrólogo] Dijo:
­ Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso...
­ ¿Qué es lo que dice?...
­ Será la poda del árbol humano... una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad.
Barsut se había puesto en pie. Con el entrecejo fiero, y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se encogió de hombros, preguntando:
­ Pero, ¿es posible que usted crea en la realidad de esos disparates?
­ No, no son disparates, porque yo los cometería aunque fuera para divertirme.
Y continuó:
­ Desdichados hay que creerán en ellos... y eso es suficiente... Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relacion con un mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho.
ROBERTO ARLT


Photobucket

lunes, 3 de octubre de 2011

El delta

“No lejos de la ciudad de Buenos Aires existe un amenísimo recinto agreste y solitario, limitado por las aguas del Plata, el Paraná y el Uruguay. Ninguno de los que frecuentan el pueblo de San Fernando habrá dejado de visitarlo, a no ser que sea un hombre indiferente a las bellezas de la naturaleza y ajeno a las dulces afecciones. Todo el que tenga un corazón sensible y tierno, lo sentirá inundado de las más gratas emociones al surcar sus plácidas corrientes, bordadas de la más lozana vegetación: se extasiará bajo sus frondosas arboledas, veladas de bejucos, y verá con delicia serpentear los numerosos arroyuelos que van a unirse con los grandes ríos”.

“(...) Este recinto tan ameno, ceñido por los tres caudalosos ríos, son las islas que forman su espacioso delta”.
Fragmentos de Sastre, Marcos. El Tempe argentino. Buenos Aires: Kapelusz. 1982. Introducción.



Photobucket

sábado, 1 de octubre de 2011

Gustavo Cerati - Crimen




CRIMEN
La espera me agotó
No sé nada de vos
Dejaste tanto en mí.
En llamas me acosté
En un lento degradé
Supe que te perdí.

Qué otra cosa puedo hacer?
Si no olvido, moriré
Y otro crimen quedará
Otro crimen quedará
sin resolver.

Una rápida traición
Salimos del amor
Tal vez me lo busqué.

Mi ego va a estallar
Ahí donde no estás
los celos otra vez.

Qué otra cosa puedo hacer?
Si no olvido, moriré
Y otro crimen quedará
Otro crimen quedará
sin resolver

Uh, uh, uh, uh, uh…

No lo sé
Cuanto falta? no lo sé
Si es muy tarde? no lo sé
Si no olvido, moriré.
Qué otra cosa puedo hacer?
Qué otra cosa puedo hacer?

Ahora sé lo que es perder

Otro crimen quedará
Otro crimen quedara
Sin resolver.
(Gustavo Cerati)
 
Subir Bajar