...alegría nerviosa, esa falsa alegría con que tratamos más que engañar a los demás, de engañarnos a nosotros mismos en el primer instante de una gran tristeza. Las grandes tristezas son así: se clavan tan hondo, tan hondo en el corazón que parecen perdidas y el mismo corazón no las siente con gran asombro nuestro. Pero dura poco el engaño, están bien clavadas para toda la vida: primero es el llanto, las quejas, la rabia, después...es la resignación y una sonrisa. Una sonrisa triste, dolorosa, como una herida abierta siempre. Esa es la sonrisa que él me ha dejado.
Jacinto Benavente, 1905
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