La palabra radical, en nuestra lengua, proviene de la voz latina radix, que significa raíz.
Es la raíz el órgano de la planta que se hunde humilde y firmemente en la tierra para alimentar al árbol que crece hacia la luz, haciendo, con sus jugos nutricios, leña útil en el tronco, sombra amiga en el follaje y simiente prolífera en el fruto.
De esa misma etimología (radix, radicis) –derivan otras voces tales como raigal, sinónimo de radical; radicar, sinónimo de arraigar; y raigambre, conjunto de raíces unidas entre sí, con lo cual se ahincan más tenaces en la tierra.
Por traslación figurada, raíz puede significar, asimismo, tanto como sustentáculo, pie, base y origen de las ideas o las cosas. Cuando decimos bien raíz, nombramos a la tierra con todo lo en ella edificado y plantado. Así se han formado ciertas frases usuales, como echar raíz, que es persistir, y arrancar de raíz, que es descuajar. Por análogas metáforas, se llama raíz o radical: en matemáticas, al número que se potencia por sí mismo para dar otro determinado; en química, a un grupo de átomos que es la base de otros cuerpos; en gramática, a la parte esencial de un vocablo, separada de sus prefijos y sufijos.
Todos esas imágenes van implícitas en la palabra radical, que los diccionarios definen como “lo perteneciente o relativo a la raíz” y, figuradamente, como “lo fundamental o de raíz”, según lo son las cosas de la tierra, de la raza, del pueblo, fundamentos de origen o subsistencia para una nación.
En virtud de ello los léxicos dan también la acepción que dicho nombre ha tomado en la política de los pueblos modernos, y el de la Real Academia la define así:
Radical—– Partidario de reformas extremas, especialmente en el sentido democrático.
Pues el radicalismo tiene su raíz en el pueblo y quiere arrancar de raíz las instituciones, costumbres e ideas nocivas al pueblo.
Cuando digo pueblo —–palabra tan vituperada por los oligarcas y tan explotada por los demagogos —– entiendo referirme, no a la sociedad con sus clases estáticas ni a la muchedumbre con sus pasiones dinámicas, sino a lo que el viejo derecho llamaba “el común”, conjunto de seres humanos que necesitan vivir espiritual y corporalmente unidos en la biología y en la historia por la comunidad del suelo y de las instituciones.
Ricardo Rojas
Es la raíz el órgano de la planta que se hunde humilde y firmemente en la tierra para alimentar al árbol que crece hacia la luz, haciendo, con sus jugos nutricios, leña útil en el tronco, sombra amiga en el follaje y simiente prolífera en el fruto.
De esa misma etimología (radix, radicis) –derivan otras voces tales como raigal, sinónimo de radical; radicar, sinónimo de arraigar; y raigambre, conjunto de raíces unidas entre sí, con lo cual se ahincan más tenaces en la tierra.
Por traslación figurada, raíz puede significar, asimismo, tanto como sustentáculo, pie, base y origen de las ideas o las cosas. Cuando decimos bien raíz, nombramos a la tierra con todo lo en ella edificado y plantado. Así se han formado ciertas frases usuales, como echar raíz, que es persistir, y arrancar de raíz, que es descuajar. Por análogas metáforas, se llama raíz o radical: en matemáticas, al número que se potencia por sí mismo para dar otro determinado; en química, a un grupo de átomos que es la base de otros cuerpos; en gramática, a la parte esencial de un vocablo, separada de sus prefijos y sufijos.
Todos esas imágenes van implícitas en la palabra radical, que los diccionarios definen como “lo perteneciente o relativo a la raíz” y, figuradamente, como “lo fundamental o de raíz”, según lo son las cosas de la tierra, de la raza, del pueblo, fundamentos de origen o subsistencia para una nación.
En virtud de ello los léxicos dan también la acepción que dicho nombre ha tomado en la política de los pueblos modernos, y el de la Real Academia la define así:
Radical—– Partidario de reformas extremas, especialmente en el sentido democrático.
Pues el radicalismo tiene su raíz en el pueblo y quiere arrancar de raíz las instituciones, costumbres e ideas nocivas al pueblo.
Cuando digo pueblo —–palabra tan vituperada por los oligarcas y tan explotada por los demagogos —– entiendo referirme, no a la sociedad con sus clases estáticas ni a la muchedumbre con sus pasiones dinámicas, sino a lo que el viejo derecho llamaba “el común”, conjunto de seres humanos que necesitan vivir espiritual y corporalmente unidos en la biología y en la historia por la comunidad del suelo y de las instituciones.
Ricardo Rojas
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