jueves, 15 de mayo de 2014

EL CAMINO DE NUESTRA CASA...

Nos eres familiar como una cosa que fuera nuestra, 
solamente nuestra; familiar en las calles, 
en los árboles que bordean ]a acera, 
 en la alegría bulliciosa y loca de los muchachos,
 en las caras de los viejos amigos, 
 en las historias íntimas que andan 
 de boca en boca por el barrio 
 y en la monotonía dolorida del quejoso organillo 
 que tanto gusta oír nuestra vecina, la de los ojos tristes... 
 Te queremos con un cariño antiguo y silencioso, 
 ¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras con qué cariño te queremos! 
 ¡Todo lo que nos haces recordar! 
 Tus piedras parece que guardasen 
en secreto el rumor de los pasos familiares 
 que se apagaron hace tiempo... 
Aquellos que ya no escucharemos 
a la hora habitual del regreso. 
 Caminito de nuestra casa, 
eres como un rostro querido 
 que hubiéramos besado muchas veces: 
 ¡tanto te conocemos! Todas las tardes, 
por la misma calle, miramos con mirar sereno, 
 la misma escena alegre o melancólica, la misma gente... 
Y siempre la muchacha modesta 
y pensativa que hemos visto envejecer sin novio... 
resignada! De cuando en cuando, caras nuevas, 
 desconocidas, serias o sonrientes, 
 que nos miran pasar desde la puerta. 
 Y aquellas otras que desaparecen 
 poco a poco, en silencio, 
 las que se van del barrio o de la vida sin despedirse. 
 ¡Oh, los vecinos que no nos darán más los buenos días! 
 Pensar que alguna vez nosotros 
también por nuestro lado nos iremos, 
 quién sabe dónde, silenciosamente como se fueron ellos...

Evaristo Carriego



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