viernes, 9 de mayo de 2014

El alma del suburbio

El gringo musicante 
ya desafina en la suave habanera provocadora, 
 cuando se anuncia a voces, desde la esquina 
 "el boletín famoso de última hora". 
 Entre la algarabía del conventillo, 
 esquivando empujones pasa ligero, 
 divulgando las nuevas del pregonero. 
 En medio de la rueda de los marchantes, 
 el heraldo gangoso vende sus hojas 
 donde sangran los sueltos espeluznantes 
 de las acostumbradas crónicas rojas. 
 Las comadres del barrio, juntas, 
comentan y hacen filosofía sobre el destino 
 mientras los testarudos hombres 
intentan defender al amante que fue asesino.
 La cantina desborda de parroquianos,
 y como las trucadas van empezarse, 
 la mugrienta baraja cruje en las manos 
 que dejaron las copas que han de jugarse. 
 Contestando las muchas insinuaciones de los del grupo, 
el héroe del homicidio de que fueron culpables las elecciones,
 narra sus aventuras en el presidio. 
 En la calle, la buena gente derrocha sus guarangos 
decires más lisonjeros, porque al compás de un tango, 
que es "La Morocha" lucen ágiles cortes dos orilleros. 
La tísica de enfrente, que salió al ruido, 
 tiene toda la dulce melancolía de aquel verso olvidado, 
pero querido, que un payador galante le cantó un día.
 La mujer del obrero, sucia y cansada, 
 remendando la ropa de su muchacho, piensa,
 como otras veces, desconsolada, 
 que tal vez el marido vendrá borracho. 
 Suenan las diez. No se oye ni un solo grito, 
 se apagaron las velas en las bohardillas, 
 y el barrio entero duerme como un bendito 
 sin negras opresiones de pesadillas. 
 Devuelven las oscuras calles desiertas 
 el taconeo tardo de las paseantes, 
 y dan la sinfonía de las alertas en su ronda obligada los vigilantes. 
 Bohemios de rebeldes crías sarnosas, 
 ladran algunos perros sus serenatas, 
 que escuchan, tranquilas y desdeñosas, 
 desde su inaccesible balcón las gatas. 
 Soñoliento, con cara de taciturno 
 cruzando lentamente los arrabales, 
 allí va el gringo ¡Pobre Chopin 
nocturno de las costureritas sentimentales! 
 ¡Allá va el gringo! Como bestia paciente 
que uncida a un viejo carro de la Harmonía 
 arrastrase en silencio, pesadamente, 
 el alma del suburbio, ruda y sombría! 

 Evaristo Carriego


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