domingo, 24 de junio de 2012

El Pensamiento de Alberdi en materia de Seguridad

La paz y el orden interior son otros de los grandes fines que debe tener en vista la sanción de la Constitución argentina; porque la paz es de tal modo necesaria al desarrollo de las instituciones, que sin ella serán vanos y estériles todos los esfuerzos hechos a favor de la prosperidad del país. La paz, por sí misma, es tan esencial al progreso de estos países en formación y desarrollo que la Constitución que no diese más beneficios que ella, sería admirable y fecunda en resultados. Los dos grandes enemigos de la seguridad en Sudamérica, suelen ser el despotismo y la anarquía. Por veinte años la inseguridad ha nacido del despotismo en la República Argentina; y su población ha disminuido o permanecido estacionaria por resultado de esa inseguridad. 
Hoy la población sólo puede ser retardada o entorpecida por la inseguridad de la anarquía. Los demagogos tienen igual parte que los tiranos en la despoblación de Sudamérica: los unos despueblan en nombre del orden, los otros en nombre de la libertad. 
La verdad es que la paz es una condición esencial para el aumento de la población, que puede asentarse sin temor de errar, que toda conmoción pública hace retroceder la población del país, por tanto tiempo, como dura el terror, que infunde a lo lejos en los que estaban dispuestos a inmigrar en él. 
La traición máxima para la actual Constitución argentina es la que comete el gobierno contra el país cuando por sus actos o por sus omisiones, deja indefensas e inseguras la vida, la fortuna y el honor de los que habitan en suelo argentino. 
La seguridad individual es para ella el emblema de la patria y de su civilización. La gloria del soldado se encierra entera en el desempeño heroico y leal de su mandato militar por absurdo e injusto que el objeto de su desempeño fuere. 
No responde el militar del error político. Un mismo acontecimiento puede a la vez valer al ministro que lo decreta, un presidio y al soldado que lo lleva a cabo, una estatua. 
Se puede anular todo el Código Criminal y convertirlo en código de virtudes y de premios, con añadir a cada crimen el adjetivo político. 
El robo político, no es robo, el asesinato político, no es asesinato. El ladrón político de llaves, de papeles, de cartas y de todo lo que le interese a la política, aunque sean escrituras y billetes de banco, puede ser un caballero muchas veces condecorado. 
El que incendia para civilizar, para servir al progreso, no comete crímenes, sino actos beneméritos. La paz tiene también sus condiciones esenciales de existencia, y la primera es la presencia de un gobierno eficaz. 
La guerra no puede tener más que un fundamento legítimo y es el derecho de defender su propia existencia. En este sentido, el derecho de matar se funda en el derecho de vivir y sólo en defensa de la vida se puede quitar la vida. 
Saliendo de ahí, el homicidio es asesinato, sea de hombre a hombre, sea de nación a nación, El derecho de mil no pesa más que el derecho de uno solo en la balanza de la justicia; y mil derechos juntos no pueden hacer que lo que es crimen sea un acto legítimo. 
¿Qué clase de agresión puede ser causa justificativa de un acto tan terrible como la guerra? Ninguna otra que la guerra misma. Sólo el peligro de perecer puede justificar el derecho de matar en un pueblo honesto.
 Juan Baustista Alberdi. 
Escritos Póstumos
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