"A través de la ventana observo el frente de las casas más allá de la plaza, con sus ventanas cerradas.
No puedo evitar la idea pertinaz de que se trata de celdas, con aberturas por donde entran el aire y la luz; y sale, como la mía, la mirada del morador. Se trata de celdas y de prisioneros.
Me es fácil pensar que todos estamos presos, aunque el guardián haya desaparecido hace años o siglos. Nos encerró a todos y se fue, o se murió. Hizo la ciudad y nos metió dentro con la consigna de que no nos marchásemos hasta que volviese. Después se olvidó él de venir y nosotros de irnos.
Hace frío afuera, y de ningún modo cambiaría el bienestar que en este instante disfruto, por la llovizna de las calles. Es seguro que detrás de esos vidrios que veo, hay otras personas que disfrutan del acogimiento templado de la habitación, tan conformes como yo con las leyes divinas y humanas que nos preservan de la intemperie. No obstante, pienso que estoy preso y que los otros también lo están.
No tengo más entretenimiento que pensar, como si no estuviera satisfecho.
Ezequiel Martínez Estrada
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