sábado, 14 de junio de 2014

Chaves (fragmento)

Hablaba como no había hablado nunca o como hablaba desde que la conoció, como le hablaba a ella y a la gente, a todo aquel tropel mudante y elusivo, en un furioso impulso parafrástico por tornarles transparente su definitiva intransparencia. 
A veces de pie, a veces de rodilla, a veces alzado junto al lecho como un gigante en el mural reflejo de la sombra, Chaves llenó la noche de palabras... 
Con que brío le contó lo que tenían que ver y todavía no habían visto, lo que tenían que hablar y todavía no habían hablado! Con que transporte y elocuencia le describió aquel desplazamiento, planeado, hacia regiones de mucho más al Norte donde verían juntos el corte áspero de las quebradas! 
Como le contó todo aquello que no pensó respecto de los destinos a que él se sentía llamado por aquella súbita transformación de la empresa en que colaboraba! Qué vehemencia! Cuánta gritada frase! 
Al alba, cuando llegó el aparato funeral, le hallaron todavía hablando, pero ya en voz baja y declinante como oración que sigue, fatigada, o como susurro de monomaníaco más allá de objeto y tiempo, acepción y razón. Y así fue como Chaves habló, aquella vez. Y como despúes bajó de las palabras a la llanura de su soledad. Y como bajó, solo, por el país, por pueblos y por pueblos, hasta el Sur, hasta sentir el frío y mirar los lagos y ver por encima de las casas la punta nevada de los alerces. 

Eduardo Mallea


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