Había una vez, en un pequeño pueblo, un viejo cura párroco famoso
y respetado por su sabiduría y su bondad.
Su parroquia, bastante alejada de la plaza central del pueblo,
se mantenía casi ignorada y oscura durante todo el año.
Sin embargo, cada diciembre cuando se acercaba la Navidad,
la calle entera de la iglesia parecía adquirir luz propia.
Es verdad que el desproporcionado árbol de Navidad
que el anciano armaba en el ciprés de la vereda, frente a la iglesia,
irradiaba un brillo incomparable, pero no era sólo eso
Cada ladrillo del frente del viejo edificio parecía iluminarse desde adentro
y alumbrar la que hasta unas horas antes
era una de las calles más oscuras del barrio.
Desde la otra punta del pueblo se veía la luminosidad que parecía expandirse
desde la vieja parroquia elevándose en el cielo.
Quizá por eso, quizá por la nobleza del viejo cura,
hombre puro de alma y espíritu y sacerdote de fe inquebrantable,
quizá por la suma de todas las cosas,
la Navidad traía al pueblo un hecho que para muchos representaba
su milagro navideño.
Cada año, para estas fechas, todos los que tenían un deseo insatisfecho,
una herida en el alma o la imperiosa necesidad de algo importante
que no habían podido lograr, iban a ver al viejo cura.
El se reunía con ellos, los escuchaba,
y los convocaba para que prepararan su corazón para un milagro
antes de la Natividad.
Cuando el día esperado llegaba y todos estaban reunidos
frente a la parroquia, el cura encendía algunas velas más
alrededor del árbol,
y luego recitaba una oración en voz muy baja (como si fuera para él mismo).
Dicen, que cada Navidad Dios escuchaba las palabras del párroco
cuando hablaba.
Dicen que a Dios le gustaban tanto las palabras que decía,
dicen que se fascinaba tanto
con aquel árbol de Navidad iluminado de esa manera,
dicen que disfrutaba tanto de esa reunión cada Nochebuena,
que no podía resistir el pedido del cura
y concedía los deseos de las personas que ahí estaban,
aliviaba sus heridas y satisfacía sus necesidades.
Cuando el anciano murió, y se acercaron las navidades,
la gente se dio cuenta que nadie podría reemplazar a su querido párroco.
Cuando llegó diciembre, sin embargo, decidieron de todas maneras
armar el árbol de Navidad frente a la parroquia
e iluminarla como lo hacía en vida el sacerdote.
Y esa Nochebuena, siguiendo la tradición que el cura había instituido,
todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunieron
en la vereda y encendieron velas como lo hacía el viejo párroco.
Se hizo un silencio.
Nadie sabía lo que el viejo párroco decía
cuando el árbol se iluminaba por completo.
Como no conocían las palabras,
empezaron a cantar una canción, recitaron unos salmos,
y al final se miraron a los ojos compartiendo en voz alta sus dolores,
alegrías y temores en ese mismo lugar, alrededor del árbol.
Y dicen… que Dios disfrutó tanto de esa gente reunida
alrededor del ciprés, frente a la vieja parroquia,
hermanados en sus deseos,
que aunque nadie dijo las palabras adecuadas,
igual sintió el deseo de satisfacer a todos los que ahí estaban.
Y lo hizo.
Desde entonces, cada Nochebuena en aquella parroquia,
alrededor de ese árbol tan especial, algunos milagros ocurrían.
El tiempo ha pasado y de generación en generación,
la sabiduría se ha ido perdiendo.
Y aquí estamos nosotros.
Nosotros no sabemos cuál es el pueblo
donde está la parroquia.
Nunca conocimos al bondadoso anciano
y mucho menos sabemos cuáles eran sus mágicas palabras.
Nosotros ni siquiera sabemos cómo armar nuestro árbol
de la manera en que él lo hacía.
Sin embargo, hay dos cosas que sí sabemos:
sabemos esta historia, y sabemos que Dios adora tanto este cuento,
que disfruta tanto de las historias navideñas,
que basta que alguien cuente esta leyenda
y que alguien la escuche, para que Él, complacido,
satisfaga cualquier necesidad,
alivie cualquier dolor y conceda cualquier deseo
a todos los que todavía, aunque sea un poco,
creen en la magia de la Navidad.
Jorge Bucay
miércoles, 25 de diciembre de 2013
sábado, 21 de diciembre de 2013
Animarse a volar
Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío, no todos nacen con alas.
Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo.
Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó. -¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco? -¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo: -¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio?
-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus alas. Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra... Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me mentiste! No puedo volar.
Probé, y ¡mira el golpe que me di!.
No soy como tú.
Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío – dijo el padre
– Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.
Jorge Bucay
-Hijo mío, no todos nacen con alas.
Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo.
Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó. -¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco? -¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo: -¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio?
-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus alas. Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra... Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me mentiste! No puedo volar.
Probé, y ¡mira el golpe que me di!.
No soy como tú.
Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío – dijo el padre
– Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.
Jorge Bucay
domingo, 15 de diciembre de 2013
Abuelos de la nada
Este grupo tuvo origen en La Cueva por iniciativa de Miguel Abuelo y Pipo Lernoud. En realidad, recorrieron el camino inverso que cualquiera de las bandas de la época.
Abuelo acompañó a Lernoud a la compañía discográfica y, repentinamente, el manager le preguntó si él también tenía su grupo. Ahí nomás, Abuelo inventó el nombre y acordó grabar a los tres meses. Debió, entonces, encontrar los músicos que lo secundaran.
El guitarrista Claudio Gabis no aceptó unirse a Los Abuelos porque ya estaba ensayando con Manal, pero sí accedió a grabar con ellos. Luego entraría Norberto Pappo Napolitano como guitarrista estable.
Esa primera formación quedaría integrada, entonces, con Miguel Abuelo (voz), Héctor "Pomo" Lorenzo (batería), Alberto Lara (bajo), Micky Lara (guitarra), Eduardo "Mayoneso" Fanacoa (teclados) y Pappo (guitarra).
El simple que lograron grabar incluía "Diana Divaga" y "Tema en flu sobre el planeta", pero el disco no se editó, sino que solamente tuvo alguna pobre difusión en radios. A los pocos meses, por "diferencias musicales", la agrupación decide disolverse. Abuelo se radicó en España y Pappo continuó un tiempo al frente del grupo, con una inclinación más hacia el blues.
Junto a Cachorro Lopez, Miguel Abuelo regresa a la Argentina en 1979 y comienza la segunda etapa de Los Abuelos. Graban unos demos en 1981 y consiguen muchísima difusión en las radios. Editan "Guindilla ardiente" y "Mundos in mundos", dos simples.
Sin dudas hay que remarcar la presencia de Andrés Calamaro en la banda, por entonces casi un adolescente que estaba a punto de formar una banda con Zeta Bosio cuando lo llamó Abuelo. Calamaro arrimó el sonido del grupo hacia el pop y el new wave de los 80, y compuso y cantó los que tal vez sean los dos éxitos más importantes del grupo: "Sin Gamulán" y "Mil Horas".
El primer álbum ("Los Abuelos de la Nada", 1982) fue producido por Charly García, mientras éste componía Pubis Angelical. Contenía hits que se convertirían en clásicos: "Sin gamulán" y "No te enamores nunca de aquel marinero bengalí". El mismo García apadrinó el show presentación en el teatro Coliseo, en el cual tuvieron tanto éxito que los animó a iniciar una gira por el interior, que no pararía hasta fines de ese mismo año. La amistad de la banda con Charly terminaría por dar grandes resultados: los invitó a participar, como grupo soporte, de su presentación en Ferro, en diciembre de 1982, junto a Suéter.
El primer Obras llegó en junio del '83, donde adelantaron material: "Espía de Dios", "No se desesperen" y "Sor Teresa". Estos temas se incluirían en la segunda placa, "Vasos y Besos", que se editaría a fines de ese año. El crecimiento de la banda quedaría demostrado con el show en el estadio de Velez, "descorchando el '84 con Vasos y Besos", sólo un diciembre después de la invitación de García a telonearlo.
El tercer disco, "Himno de mi corazón" (1984) fue presentado en el Teatro Coliseo, en diciembre. Sin Melingo ni Bazterrica y con Afredo Desiata y Gringui Herrera en reemplazo, registraron los conciertos del Teatro Opera para sacar un disco en vivo.
En noviembre de 1985 se presentaron en el Festival Buenos Aires Rock & Pop, junto a Charly García, Nina Hagen, INXS y Fito Páez. El show sufrió muchos problemas de organización, lluvia torrencial e inoportunos cortes de luz. En el campo de juego, la violencia entre el público se incrementaba por las demoras. Miguel Abuelo cerró el show entonando "Himno de mi corazón", con la cara ensangrentada por un botellazo que había recibido.
Para el último trabajo discográfico de Los Abuelos ("Cosas mías", 1986) ya la banda era distinta: Abuelo (voz), Kubero Díaz (guitarra), Juan Del Barrio (teclados), Marcelo Fogo (bajo) y Polo Corbella (batería).
Con esta formación brindaron varios recitales, pero la convocatoria había descendido considerablemente. La agrupación se disolvió definitivamente a fines del '86. Miguel Abuelo murió de sida el 26 de marzo de 1988.
Cachorro López editó dos recopilaciones (en 1994 y 1995) con remasterizaciones y una versión bailable de "Marinero Bengalí".
http://www.rock.com.ar/
viernes, 13 de diciembre de 2013
El mar y la serpiente.
"Digo ¿y papá?
Me dice, no sé.
Papá se fue en bici.
Papá se perdió.
Digo, ¿papá se perdió?
Mamá me mira.
No habla.
Le cae mucha agua de los ojos."
.... "Mamá dice, cuando te morís,
el cuerpo no sirve más.
Ahora papá nos mira desde el cielo.
Dice, no lo vamos a ver más
pero él sí nos ve.
Desde el cielo." ....
"Hoy nos faltan 30.000 personas con nombre y apellido.
30.000 es un montón de gente."
....
Resumen del libro.
La historia transcurre en tres momentos, que corresponden a etapas significativas del pasado reciente (1975, la inminencia del golpe y la represión; 1983, el fin de la dictadura; 1985, el juicio a las juntas militares).
Primera sorpresa: la narración está a cargo de una nena, cuyo padre ha desaparecido.
Con sencillez y estricta economía, la dificultad de hacer hablar al personaje se convierte en un factor de suspenso.
La protagonista enfrenta un muro de silencio y sin comprender lo que ocurre desarrolla una aguda percepción de las simulaciones y los eufemismos que circulan a su alrededor.
En un segundo momento, cuando crece, la madre le cuenta esos hechos que desconocía y también los que ella misma protagonizó, aunque ya no los recuerda: la vida clandestina, la protección de amigos y compañeros, la fuga a Buenos Aires.
La amnesia es significativa, pero Bombara no hace ningún comentario, deja que el lector elabore las interpretaciones. Otro rasgo notable es que con las estrictas palabras necesarias irradia un sentido complejo: la protagonista aprende por ejemplo que “no todo tiene respuesta”, y esa simple frase basta para condensar un drama con huecos que no pueden ser cubiertos y dejan, en suspenso, las preguntas. mar y la serpiente, primera novela de Paula Bombara, propone un doble recorrido por la historia de vida de una niña pero también por la historia de nuestro país. Así, el Golpe de Estado del 24 de Marzo de 1976, la instauración de aquel gobierno dictatorial asumido por la Junta militar de Videla, Massera y Agosti, la desaparición de 30.000 argentinos, la tortura física y psicológica como método para la extorsión, los centros clandestinos de detención, los habeas corpus, el secuestro de centenares de criaturas, configuran el contexto histórico desde el que la voz de la propia protagonista relata- en primera persona- los acontecimientos recurriendo a una desvencijada memoria individual que es, a la vez, colectiva. Los tres capítulos que estructuran la novela, describen el trayecto comprendido entre la niñez y la adolescencia de esta hija de militantes que deambula como extranjera por su propio pasado, presente y futuro.
El mar es la infancia. Manso, acuna y bravío, anuncia el peligro. La desaparición del padre señala el comienzo del fin de la ingenuidad. La inocencia se desvanece.
El mundo y el lenguaje de los adultos no se comprenden y la niña se angustia frente a lo que no se puede entender.
La playa es el refugio posible para escapar al dolor y al desarraigo.
Ante la imposibilidad de permanecer ajena a la amenaza de una realidad irremediable, las ideas, inquietas, desordenan el pensamiento y entre el pensar y el decir se abre un abismo como el que separa a la verdad de la mentira.
La serpiente es el testimonio del sobreviviente. Cosida por su madre en el tiempo de cautiverio donde todo es muerte, entre los gritos de los torturados y la tibia esperanza del pronto reencuentro con su hija, la serpiente de trapo atestigua el martirio en cada retazo. Vuelta a la libertad y a la vida, la madre entrega a su hija ya adolescente, este juguete que abre desde el presente el interrogante sobre el pasado. Una composición. Tema: los desaparecidos. La dificultad de escribir y de escribirse. La vergüenza de decir y de decirse.
Un trabajo práctico como excusa para levantar la pesada puerta de hierro y perseverar en la búsqueda de respuestas.
Perderse y encontrarse.
El verdadero y único propósito: saber quién se es.
Autora: PAULA BOMBARA
Me dice, no sé.
Papá se fue en bici.
Papá se perdió.
Digo, ¿papá se perdió?
Mamá me mira.
No habla.
Le cae mucha agua de los ojos."
.... "Mamá dice, cuando te morís,
el cuerpo no sirve más.
Ahora papá nos mira desde el cielo.
Dice, no lo vamos a ver más
pero él sí nos ve.
Desde el cielo." ....
"Hoy nos faltan 30.000 personas con nombre y apellido.
30.000 es un montón de gente."
....
Resumen del libro.
La historia transcurre en tres momentos, que corresponden a etapas significativas del pasado reciente (1975, la inminencia del golpe y la represión; 1983, el fin de la dictadura; 1985, el juicio a las juntas militares).
Primera sorpresa: la narración está a cargo de una nena, cuyo padre ha desaparecido.
Con sencillez y estricta economía, la dificultad de hacer hablar al personaje se convierte en un factor de suspenso.
La protagonista enfrenta un muro de silencio y sin comprender lo que ocurre desarrolla una aguda percepción de las simulaciones y los eufemismos que circulan a su alrededor.
En un segundo momento, cuando crece, la madre le cuenta esos hechos que desconocía y también los que ella misma protagonizó, aunque ya no los recuerda: la vida clandestina, la protección de amigos y compañeros, la fuga a Buenos Aires.
La amnesia es significativa, pero Bombara no hace ningún comentario, deja que el lector elabore las interpretaciones. Otro rasgo notable es que con las estrictas palabras necesarias irradia un sentido complejo: la protagonista aprende por ejemplo que “no todo tiene respuesta”, y esa simple frase basta para condensar un drama con huecos que no pueden ser cubiertos y dejan, en suspenso, las preguntas. mar y la serpiente, primera novela de Paula Bombara, propone un doble recorrido por la historia de vida de una niña pero también por la historia de nuestro país. Así, el Golpe de Estado del 24 de Marzo de 1976, la instauración de aquel gobierno dictatorial asumido por la Junta militar de Videla, Massera y Agosti, la desaparición de 30.000 argentinos, la tortura física y psicológica como método para la extorsión, los centros clandestinos de detención, los habeas corpus, el secuestro de centenares de criaturas, configuran el contexto histórico desde el que la voz de la propia protagonista relata- en primera persona- los acontecimientos recurriendo a una desvencijada memoria individual que es, a la vez, colectiva. Los tres capítulos que estructuran la novela, describen el trayecto comprendido entre la niñez y la adolescencia de esta hija de militantes que deambula como extranjera por su propio pasado, presente y futuro.
El mar es la infancia. Manso, acuna y bravío, anuncia el peligro. La desaparición del padre señala el comienzo del fin de la ingenuidad. La inocencia se desvanece.
El mundo y el lenguaje de los adultos no se comprenden y la niña se angustia frente a lo que no se puede entender.
La playa es el refugio posible para escapar al dolor y al desarraigo.
Ante la imposibilidad de permanecer ajena a la amenaza de una realidad irremediable, las ideas, inquietas, desordenan el pensamiento y entre el pensar y el decir se abre un abismo como el que separa a la verdad de la mentira.
La serpiente es el testimonio del sobreviviente. Cosida por su madre en el tiempo de cautiverio donde todo es muerte, entre los gritos de los torturados y la tibia esperanza del pronto reencuentro con su hija, la serpiente de trapo atestigua el martirio en cada retazo. Vuelta a la libertad y a la vida, la madre entrega a su hija ya adolescente, este juguete que abre desde el presente el interrogante sobre el pasado. Una composición. Tema: los desaparecidos. La dificultad de escribir y de escribirse. La vergüenza de decir y de decirse.
Un trabajo práctico como excusa para levantar la pesada puerta de hierro y perseverar en la búsqueda de respuestas.
Perderse y encontrarse.
El verdadero y único propósito: saber quién se es.
Autora: PAULA BOMBARA
domingo, 8 de diciembre de 2013
“Promesa cumplida”, fragmento inédito de la novela Una casa de secretos de Paula Bombara
Los diarios de Odile ardían en gran fogata nocturna.
Los rostros de las tres mujeres, Giuliana, Charlotte y Anne Marie, estaban tan cerca del fuego que sus lágrimas se evaporaban antes de llegar a la barbilla.
El papel se consumía sin remedio. La letra perfecta de Odile, la tinta, la devoción prodigada a esos diarios, se consumían sin remedio.
Cenizas blancas.
Eso era todo lo que quedaría.
A la mañana siguiente Giuliana se levantó antes que las demás y removió las cenizas. Encontró algo. Apenas un fragmento. Lo leyó de un lado y del otro. Pensó un momento en la relación que ella tenía con su madre y luego lo guardó entre las páginas del libro que estaba leyendo. Un libro que se perdió en la oscuridad de los días.
Esconder ese papel semi quemado fue un acto de arrojo: esa mujer que no había conocido era a quien quería parecerse. Madre me ha llamado y fui a verla.
Mientras Francisca y Blanche aireaban su habitación y la llenaban de jofainas con lavandas y manzanillas recién cortadas, me pidió que renunciara a esta boda. S
u egoísmo me provocó una rabia sólo comparable con una tormenta. Pero fui rápida y eficaz en mi respuesta.
¿Cómo contradecir a padre?, le contesté yo, siendo sincera en las palabras pero falsa en el tono, ¿quieres que padre pase un disgusto por mi culpa?
Él ya ha dado su consentimiento, ¿cuánto golpearía la reputación de nuestra familia que yo me comportara como una niña consentida?
Madre se echó a llorar sin que le importara la presencia de las criadas, nada de extrañar pues es tan altiva que trata igual a un florero y a un jardinero. En un dramático gesto que me recordó ciertas escenas de aquella mujer de novela, Cataline, escondió su rostro, me dio la espalda y con una señal de su fina mano en alto, supe que debía retirarme.
¿Cuánto habrá intimado con Monsieur Rivet en estos tres años?
¿Él la habrá rechazado o simplemente me desposa porque no puede unirse a madre y yo me le parezco?
Creo que podré ir despejando estas dudas con el tiempo; las paredes escuchan y los ecos reverberan en ellas durante un tiempo; tendré que ser lo suficientemente perspicaz como para encontrar la verdad en esos murmullos fulgurantes.
Mi pequeña casa hoy merece un cambio de colores. Pediré a Blanche un carruaje, haré unas compras. Pronto seré una mujer casada.
Paula Bombara
Los rostros de las tres mujeres, Giuliana, Charlotte y Anne Marie, estaban tan cerca del fuego que sus lágrimas se evaporaban antes de llegar a la barbilla.
El papel se consumía sin remedio. La letra perfecta de Odile, la tinta, la devoción prodigada a esos diarios, se consumían sin remedio.
Cenizas blancas.
Eso era todo lo que quedaría.
A la mañana siguiente Giuliana se levantó antes que las demás y removió las cenizas. Encontró algo. Apenas un fragmento. Lo leyó de un lado y del otro. Pensó un momento en la relación que ella tenía con su madre y luego lo guardó entre las páginas del libro que estaba leyendo. Un libro que se perdió en la oscuridad de los días.
Esconder ese papel semi quemado fue un acto de arrojo: esa mujer que no había conocido era a quien quería parecerse. Madre me ha llamado y fui a verla.
Mientras Francisca y Blanche aireaban su habitación y la llenaban de jofainas con lavandas y manzanillas recién cortadas, me pidió que renunciara a esta boda. S
u egoísmo me provocó una rabia sólo comparable con una tormenta. Pero fui rápida y eficaz en mi respuesta.
¿Cómo contradecir a padre?, le contesté yo, siendo sincera en las palabras pero falsa en el tono, ¿quieres que padre pase un disgusto por mi culpa?
Él ya ha dado su consentimiento, ¿cuánto golpearía la reputación de nuestra familia que yo me comportara como una niña consentida?
Madre se echó a llorar sin que le importara la presencia de las criadas, nada de extrañar pues es tan altiva que trata igual a un florero y a un jardinero. En un dramático gesto que me recordó ciertas escenas de aquella mujer de novela, Cataline, escondió su rostro, me dio la espalda y con una señal de su fina mano en alto, supe que debía retirarme.
¿Cuánto habrá intimado con Monsieur Rivet en estos tres años?
¿Él la habrá rechazado o simplemente me desposa porque no puede unirse a madre y yo me le parezco?
Creo que podré ir despejando estas dudas con el tiempo; las paredes escuchan y los ecos reverberan en ellas durante un tiempo; tendré que ser lo suficientemente perspicaz como para encontrar la verdad en esos murmullos fulgurantes.
Mi pequeña casa hoy merece un cambio de colores. Pediré a Blanche un carruaje, haré unas compras. Pronto seré una mujer casada.
Paula Bombara
miércoles, 4 de diciembre de 2013
Una casa de secretos
Cher Cahier:
Estoy rendida, apenas si puedo tomar la pluma, pero quiero escribir sobre mi fiesta.
Me ha emocionado más de lo que creía, ¡ha sido toda una fantasía, la más luminosa que pudiera imaginar!
Desde los preparativos, con Blanche ajustándome el elegante vestido que me regaló tía Jo, empolvando mi nariz y trenzando mi cabello en un peinado alto, hasta las confidencias de mis queridas amigas, también arregladas para la ocasión.
Desde la llegada de los invitados hasta las miradas de los jóvenes, tan acicalados como nosotras mismas, luciendo sus guantes y sus pañuelos.
Las voces sonaban armoniosas en mis oídos, tanto como la melodía, suavemente interpretada por los músicos que Madre contrató para placer de todos. Se notaba en el aire el ambiente propicio a la formación de parejas; Madre invitó a muchos hombres con ese objetivo, puedo adivinarlo pues la conozco. Y me fijé en uno de ellos, a decir verdad.
Tal vez fuera porque su pelo rojizo me trajo recuerdos dolorosos, tal vez fuera porque su nariz aleteaba con fuerza y sus ojos despedían ese brillo que pude ver en aquellos otros ojos… Aquellos otros que no puedo olvidar aunque me esfuerce.
Lo sé, mon Dieu, lo sé. No pude cumplir con mi deber, no seré la mujer que Madre espera.
El impacto del primer hombre que me cautivó es muy difícil de matar sin morir un poco al mismo tiempo. Nadie podrá acusarme de nada pues mi sentimiento siempre fue solo para mí y eso me tranquiliza. Podré decir que este hombre que hoy atrajo mi atención tiene sus atributos personales y no estaré faltando a la verdad. Hoy lo vi por vez primera y tiene algo… algo que me hacía girar la cabeza hacia donde él estaba. Madre lo observó toda la noche, tan atenta como yo a las miradas que intercambiamos. Más tarde me hizo saber que no cree que sea un hombre para mí, aunque goza de buena fortuna y Padre tiene gran opinión sobre él.
Ella dice que ha viajado demasiado, que es un hombre de derecho, que vive en París y difícilmente se fije en una niña del Sur como yo. Pero en el brillo de los ojos de Madre vi un poco de envidia por mi suerte.
Ella es así, sé que me ama, que desea lo mejor para mí, pero también me parece que quisiera ser yo, haber crecido como lo he hecho yo, tener mi suerte. Este hombre de la ciudad, tan viajado, tan extraño, me ha hecho un regalo exquisitamente bello, tan atinado a mí como si me hubiera estado espiando.
Me ha regalado una casa de muñecas que adquirió en Holanda especialmente. Me pareció extraño. ¿Especialmente para mí? ¿Sin conocerme? Madre dice que es para demostrarle a Padre su agradecimiento por un negocio que dio buenos dividendos. Recién pude verla y admirarla cuando la fiesta terminó y él hacía rato se había retirado. Esta casa de muñecas invita a jugar como niña pero posee tal delicadeza e intimidad que es perfecta para este momento de mi vida. ¿Quién será ese hombre? Madre no quiso decirme. Le pediré las señas a Padre; no podrá negármelas pues es de buena educación escribir una corta misiva agradeciendo este regalo. Otra sorpresa fue encontrarme con unas disculpas del tío Félix acompañadas por un pequeño lienzo en el que había una flor pintada, inconfundible, nerviosa, anaranjada y roja, que me hizo estremecer. Y en el estremecimiento volvieron aquellas sensaciones como si nunca las hubiera arrancado de mí.
Oh, cher Cahier.
Qué desdicha mezclada con cuánta felicidad.
Ver esas pinceladas, saber que nacieron de sus manos, de sus ojos, de su mundo y ya no poder verlo a él.
Pero no voy a seguir recordando lo amargo. Ahora tengo el instante de esa flor.
Las disculpas decían algo así como que pronto vendría a verme y me traería un verdadero presente, que este era apenas un compensatorio. ¡Si supiera!
§ Paula Bombara
Estoy rendida, apenas si puedo tomar la pluma, pero quiero escribir sobre mi fiesta.
Me ha emocionado más de lo que creía, ¡ha sido toda una fantasía, la más luminosa que pudiera imaginar!
Desde los preparativos, con Blanche ajustándome el elegante vestido que me regaló tía Jo, empolvando mi nariz y trenzando mi cabello en un peinado alto, hasta las confidencias de mis queridas amigas, también arregladas para la ocasión.
Desde la llegada de los invitados hasta las miradas de los jóvenes, tan acicalados como nosotras mismas, luciendo sus guantes y sus pañuelos.
Las voces sonaban armoniosas en mis oídos, tanto como la melodía, suavemente interpretada por los músicos que Madre contrató para placer de todos. Se notaba en el aire el ambiente propicio a la formación de parejas; Madre invitó a muchos hombres con ese objetivo, puedo adivinarlo pues la conozco. Y me fijé en uno de ellos, a decir verdad.
Tal vez fuera porque su pelo rojizo me trajo recuerdos dolorosos, tal vez fuera porque su nariz aleteaba con fuerza y sus ojos despedían ese brillo que pude ver en aquellos otros ojos… Aquellos otros que no puedo olvidar aunque me esfuerce.
Lo sé, mon Dieu, lo sé. No pude cumplir con mi deber, no seré la mujer que Madre espera.
El impacto del primer hombre que me cautivó es muy difícil de matar sin morir un poco al mismo tiempo. Nadie podrá acusarme de nada pues mi sentimiento siempre fue solo para mí y eso me tranquiliza. Podré decir que este hombre que hoy atrajo mi atención tiene sus atributos personales y no estaré faltando a la verdad. Hoy lo vi por vez primera y tiene algo… algo que me hacía girar la cabeza hacia donde él estaba. Madre lo observó toda la noche, tan atenta como yo a las miradas que intercambiamos. Más tarde me hizo saber que no cree que sea un hombre para mí, aunque goza de buena fortuna y Padre tiene gran opinión sobre él.
Ella dice que ha viajado demasiado, que es un hombre de derecho, que vive en París y difícilmente se fije en una niña del Sur como yo. Pero en el brillo de los ojos de Madre vi un poco de envidia por mi suerte.
Ella es así, sé que me ama, que desea lo mejor para mí, pero también me parece que quisiera ser yo, haber crecido como lo he hecho yo, tener mi suerte. Este hombre de la ciudad, tan viajado, tan extraño, me ha hecho un regalo exquisitamente bello, tan atinado a mí como si me hubiera estado espiando.
Me ha regalado una casa de muñecas que adquirió en Holanda especialmente. Me pareció extraño. ¿Especialmente para mí? ¿Sin conocerme? Madre dice que es para demostrarle a Padre su agradecimiento por un negocio que dio buenos dividendos. Recién pude verla y admirarla cuando la fiesta terminó y él hacía rato se había retirado. Esta casa de muñecas invita a jugar como niña pero posee tal delicadeza e intimidad que es perfecta para este momento de mi vida. ¿Quién será ese hombre? Madre no quiso decirme. Le pediré las señas a Padre; no podrá negármelas pues es de buena educación escribir una corta misiva agradeciendo este regalo. Otra sorpresa fue encontrarme con unas disculpas del tío Félix acompañadas por un pequeño lienzo en el que había una flor pintada, inconfundible, nerviosa, anaranjada y roja, que me hizo estremecer. Y en el estremecimiento volvieron aquellas sensaciones como si nunca las hubiera arrancado de mí.
Oh, cher Cahier.
Qué desdicha mezclada con cuánta felicidad.
Ver esas pinceladas, saber que nacieron de sus manos, de sus ojos, de su mundo y ya no poder verlo a él.
Pero no voy a seguir recordando lo amargo. Ahora tengo el instante de esa flor.
Las disculpas decían algo así como que pronto vendría a verme y me traería un verdadero presente, que este era apenas un compensatorio. ¡Si supiera!
§ Paula Bombara
lunes, 2 de diciembre de 2013
César "Banana" Pueyrredón
César "Banana" Pueyrredón Nació en Buenos Aires el 7 de Julio de 1952. El último de 8 hermanos (5 varones y 3 mujeres), introvertido y tímido, encontró a los 10 años, que el piano era algo más que un instrumento musical. Era su refugio, un amigo del cual no se separó jamás y en el cual pudo volcar todo su mundo interior. Con las primeras clases de piano ya tocaba sus primeras melodías.
A los 14 años junto a Daniel, su hermano, formaron diferentes grupos que desembocaron en el año 1969 en el legendario BANANA A los 17 años, cursando su último año de secundario, grabó su primer simple: “Facundo ha llegado al mundo”. Con Jorge Scoufalos (el Griego) formaron un dúo autoral muy exitoso del cual nacieron: “Negra, no te vayas de mi lado”(1971), “Conociéndote”, “Nadie podrá hacerme olvidar” (1973), entre otros. Paralelamente, César estudió piano y cursó la carrera de Composición en la Universidad Católica Argentina. Los discos de BANANA se editaron en muchos países latinoamericanos, y el grupo hizo numerosas giras y presentaciones en Uruguay, Chile, Paraguay, Costa Rica, Guatemala y Panamá.
césar "banana" pueyrredón
En 1979 se publicó “Aún es tiempo de soñar”, uno de los principales títulos de la última etapa del grupo, el cual, a mediados del ’84, se disuelve luego de haber variado su formación muchas veces pero conservando su espíritu y la voz líder.-
A partir de entonces César comienza a poner su propio nombre a las nuevas creaciones. Grabó entonces su LP “Así de simple” para la RCA. Viajó a Estados Unidos para estudiar Producción Musical y Grabación de discos en The Recording Workshop de Ohio. De vuelta en 1985, con su sello propio e independiente “Pelícano” edita “Sólo un poco más”. Ya el sobrenombre BANANA era inseparable de su propio nombre, porque así le decían sus fans y así se lo conocía en el ambiente artístico. En 1986 se edita “Está en vivo” (una grabación en vivo de los más exitosos temas de BANANA) y su carrera comienza a crecer en popularidad. Una nueva generación empezaba a cantar otra vez “Conociéndote”, “Toda una noche contigo”, “Aún es tiempo de soñar”, “Mi vida sencilla, rara y divertida”, etc.
Su estilo baladista y su devoción por la melodía se dieron la mano con la energía del rock y los sonidos instrumentales del “pop”. Así nació al final de 1987 “Más cerca de la vida” y en 1988 “Ser uno mismo”. A estos dos trabajos le siguieron en 1990 “Tarde o temprano”, en 1991 “20 Años”, en 1992 “Armonía” y en 1993 “De la ternura a la pasión”.
césar "banana" pueyrredón
Lejos de lo meloso, de lo frívolo, sus letras hablan del amor, de los sueños, de la esperanza, de la vida, de Dios, razón por la cual hoy miles de personas se identifican con sus canciones. César recibió dos veces el premio PRENSARIO. Fue nominado en 1989 para el MARTÍN FIERRO como “Mejor show musical de TV”. Galardonado con el premio SANTA CLARA de ASÍS, que entrega la Liga de Madres de Familia destacando su compromiso artístico en los medios de comunicación masiva. Recibió el GRAN PREMIO SADAIC 1993 y participó como artista invitado en la presentación de STING en el Estadio Centenario de la ciudad de Montevideo, Uruguay, en Octubre de 1990.-
César se casó en noviembre del ’79 con Cecilia García Laborde. Tienen 2 hijos: Marcos (nacido el 9/5/85) y Juana (nacida el 26/1/87). A Marcos le dedicó una canción “Especial, tan especial” y a Juana “Canción para Juana”. Compuso algunas otras inspiradas en frases dichas por ellos: “El cielo va a ganar” y “Por qué no hacemos una plaza”, por ejemplo.
“SOUVENIR DEL PARAÍSO ”
César Pueyrredón presentó en el ´99 una nueva producción: “Souvenir del Paraíso”. El álbum fue grabado entre el ´95 y el ´96 en Buenos Aires con los músicos que componían su banda entonces. Pero en el ´98 se le agregó al álbum una “perlita”: “Por una mujer”, grabado a dúo conArmando Manzanero. Esto hizo realidad uno de los sueños de César que era compartir una canción suya con uno de los grandes de la música melódica en español.
“ROMÁNTICO + NUEVO”
Con toda la fuerza y el sentimiento de su voz y sus canciones, César presentó “Romántico + nuevo”, su último CD, en Noviembre de 2004, en Buenos Aires. Una recopilación de sus más grandes éxitos románticos y el agregado de “En tus ojos”, una canción nueva. A fines del 2006 se presenta en el Teatro Ópera de Buenos Aires y durante el 2007 desarrolla un nuevo ciclo de conciertos denominado “GIRA ROMÁNTICA”: que empieza en el Auditorio de Belgrano, sigue en Merlo, luego en distintos teatros de Buenos Aires, del conurbano y del interior (Zárate, Carlos Paz y Mendoza) y finaliza en el Teatro Bristol de Martínez.
En los últimos tiempos ha hecho presentaciones por todo el país de las cuales se destacan: el show en el Museo Pueyrredón de San Isidro ante 6000 personas; Auditorio Fundación Astengo en Rosario; Teatro Alberdi en Tucumán; Teatro Gran Rex de Mendoza. También hizo giras por Miami, Uruguay y Paraguay siempre presentando todos sus éxitos. Tres giras a Costa Rica (Junio 2000- Febrero 2001- Febrero 2005) con una actuación en un anfiteatro para más de 3000 personas.
Más datos históricos
César formó su primer banda profesional a los 14 años junto con su hermano Daniel, su primo Alejandro Giordano y dos compañeros de colegio Alex Altberg y Daniel Larré. Esta llevó el nombre de "The Missing Links", la cual un año más tarde se denominaría "Mad", desintegrándose en el año 1968.
Nuevamente junto a su hermano Daniel y su primo Alejandro reclutaron tres amigos más para formar otra banda: Tatu Lix Klett en batería, Jorge Estévez en primera voz y el Griego Scoufalos en segunda voz, llamados los "Sixcodelics", influidos por la cultura pop predominante en el mundo. Claro que el nombre no era muy original y al poco tiempo decidieron cambiarlo por "Fever" ya con el Toro Martínez en batería. Con esta formacíon se creó, según César, el espíritu de "Banana".
De esa manera, en el año 1969 decidieron cambiar el nombre para que reflejara más aún la nueva etapa, ya que habían abandonado definitivamente el componer en inglés para hacerlo en castellano. Y en una reunión de amigos con el productor Ricardo Kleinman surgió el nombre que los inmortalizaría: "Banana". Ese mismo año, cuando todavía estaban cursando el bachillerato, "Banana" grabó su primer simple que tenía en el lado A, “Facundo ha llegado al mundo” y en el B, “Club de Vampiros”.
Para ese entonces Jorge Estévez había decidido lanzarse como solista y el productor eligió a César como vocalista. Con esta nueva formación, que incluía al Griego en guitarra, "Banana" se mantuvo hasta 1974. Luego abandonaron el grupo el Griego Scoufalos y Miguel Green, que había reemplazado al Toro en 1973. Entraron Willy Iturri y Pablo Guyot y en el año 1977 se incorpora Fori Mattaldi en bajo en lugar de Alejandro Giordano.
En el año 1978 César armó una nueva banda con Juan Gelly en guitarra, Diego Chornogubsky en bajo, Jose Luis Meniño en batería y él en teclados y voz, y por un tiempito Rody Correa Avila también en guitarra. Esta etapa duró hasta 1984.
En el año 1984, César decide lanzarse como solista acompañado por Gustavo Avigliano en guitarra, Gustavo Bulgach en saxo, Meniño en batería y Roberto Apeseche en bajo. A fines del '85 se incorpora Jorge Rabito en bajo y a mediados del '87 Rubén Calegari en Batería. Más tarde Pablo Fernández en percusión. Con esta formación grabaron varios álbumes e hicieron varias actuaciones en Capital y el interior del país. A principios del '93 el Chino Sánchez (y más tarde Gustavo Cámara) reemplaza a Gustavo Bulgach en saxo y Damián Figueroa se incorpora en lugar de Gustavo Avigliano en guitarra.
Actualmente César se presenta con 3 músicos. Él en teclado y voz, Alejandro Leonetti en guitarra y coros, Jorge Rabito en bajo y coros y Rubén Calegari en batería.
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