Los cronistas más serios del barrio del Angel Gris coinciden en destacar
la propensión de sus habitantes hacia los amores imposibles.
Así, mientras los jóvenes de otros barrios se enamoran de muchachas
groseramente posibles, los hombres de Flores parecen condenados a
amar - casi siempre en secreto - a mujeres que no serán para ellos.
Y en honor a estas damas es que los Hombres Sensibles hacen lo que
hacen.
Algunos emprenden desde chicos el estudio del violín, únicamente
para aprender a tocar un vals en obsequio de su amada. No importa que
ella no alcance jamás a oírlo. Ese no es el punto.
Otros indagan los secretos de la versificación y se sumergen en el
dolor para lograr una poesía.
Hay quienes se ejercitan en el coraje y cultivan la guapeza. Y no
faltan los que eligen la melancolia o la locura.
Piensan los Hombres Sensibles que siendo mejores merecerán ser
amados. Y para la ética sentimental de este barrio, los mejores hombres
son artistas, valientes, tristes o locos.
Por eso los muchachos más virtuosos de Flores sufren por amor.
Esta realidad ha despertado la atención de todos y la piedad de muchos.
Cada semana, los enamorados de Flores reciben el consejo de sus
amigos sabios de otras barriadas.
- ¿Por qué amar a la Gran Marquesa del Norte, que es en realidad un
duende? ¿Por qué no conformarse con la hija del yesero?
Son voces tentadoras que exponen las ventajas del amor razonable.
A estas exhortaciones, los Hombres Sensibles responden - no sin
acierto - que en el amor no existe el libre albedrío y que nadie puede
decidir de quién va a enamorarse.
Sin embargo - ya a riesgo de caer en especulaciones psicológicas fuera
de tono - cabe reconocer que los muchachos del Angel Gris tienden a
aproximarse sentimentalmente a las mujeres que menos les convienen.
Los tratadistas de Villa del Parque y los Refutadores de Leyendas
sostienen que buscar pareja es una tarea enteramente racional y hasta
científica.
Vale la pena citar la novela didáctica "Hoy te amo con la cabeza", del
profesor Amadeo Battista. Esta obra esconde - apenas - la tesis
antedicha, entre los rotosos pliegues de su trama.
Parecidos criterios auspicia la esposa de este pensador, la doctora
Alba C. de Battista en su libro "Me casé con un cretino".
Muchos hombres de negocios, comerciantes e industriales de la
zona han entendido que el amor imposible es cosa nefasta, no sólo para
el que ama, sino también paa el desarrollo de las actividades productivas
en general.
Declaran estos lúcidos mercaderes que, por lo común, los enamorados
sin esperanza son pésimos empleados, más atentos al recuerdo de
unos ojos pardos que a la correcta realización de una nota de débito.
Tratando de reducir el número de desencuentros amorosos en
beneficio de la felicidad general, los Refutadores de Leyendas con la
ayuda de dos contadores de la Sociedad de Fomento de Villa Malcolm, prepararon
las Tablas del Amor Infalible, especie de regla de cálculo según la cual
las medidas del cuerpo del hombre, su coeficiente intelectual, su edad,
su educación, fortuna y berretines determinaban de un modo preciso a la
mujer más conveniente para sus planes amorosos.
Esto es ni más ni menos que la refutación de una leyenda o - lo que
es peor - su reducción a términos científicos. La leyenda es ésta:
"Hay para cada hombre una mujer, una sola, que reúne todas las virtudes
que ese hombre sueña. Su belleza está hecha para deslumbrar a ese
hombre.
Su voz ha sido creada para seducirlo. Su inteligencia, para sucitarle y
sugerirle ideas amables. Su ternura, para hacerle dulce el diario sufrimiento.
Esa mujer existe y anda por esas calles. Pero el destino ha decidido que
nunca jamás se crucen los caminos de ningún hombre con la mujer que para él
fue concebida."
Manuel Mandeb asegura en sus Memorias que cierta tarde creyó
reconocer a lo lejos a la mujer que le correspondía, conforme a la
leyenda. Inmediatamente se trabó en lucha con el destino y trató de alcanzar a la
muchacha. Lo consiguió en la esquina de Artigas y Avellaneda. Luego de
interceptarle el paso, procedió a explicarle la vieja creencia de los
Hombres Sensibles, mientras se secaba el sudor y trataba de recobrar el aliento.
Pero la mujer no conocía la leyenda, o tal vez la conocía y la acataba
puntualmente: dio media vuelta y se fue por Artigas hacia el norte.
Y ya que mencionamos a Manuel Mandeb, conviene recordar que su
ilegible prosa se alzó solitaria frente a los tratados racionalistas y a
los inventos de los Refutadores de Leyendas.
El polígrafo de Flores dejó un voluminoso estudio caratulado Registro
de amores imposibles en la linea del Sarmiento.
La obra consta de 914 fichas que corresponden a otros tantos casos
concretos de amor sin recompensa. Está dividida en cuatro cápitulos:
El primero, subtitulado Nunca le dije nada, es el más extenso y
registra episodios protagonizados por enamorados silenciosos.
El segundo, Negativas expone 115 rechazos, sus motivos, sus términos
y consecuencias, para no hablar de otros detalles más bien superfluos
que suelen recargar toda la obra de Manuel Mandeb.
El tercer cápitulo, Amargo desengaño, cataloga 126 decepciones,
incluidas cuatro padecidas por el propio autor.
El cuarto y último cápitulo es un inspirado texto romántico que se
conoce como Elogio del amor inconcluso. Veamos este párrafo:
"...Así como las personas que mueren en la plenitud nos ahorran el
recuerdo de su vejez, los amores interrupidos abruptamente siguen siguen
viviendo en nuestro corazón no como brasas agonizantes, sino como horrorosas
llamas que queman cada noche...
"...No hay mejor amor que el que nunca ha sido. Los romances que
alcanzan a completarse conducen inevitablemente al desengaño, al encono
o a la paciencia; los amores incompletos son siempre capullo, son siempre
pasión."
Pero dejemos ya a Manuel Mandeb y reflexionemos sobre ese delicado
asunto. Es cierto que infinidad de personas decentes viven la módica
dicha del amor común y corriente.
Pero el amor imposible, aquél del cual solamente son capaces los
Hombres Sensibles de Flores, es el único cabalmente maravilloso y digno
de admiración.
Ocurre así: un muchacho se enamora de la Mujer Más Hermosa.
Desde ese momento, su vida no tiene otro sentido que ese amor.
Sin embargo, el hombre sabe que no tiene chance en esa carrera,
pues las Mujeres Más Hermosas suelen casarse con otros caballeros,
generalmente ricos o buenos mozos o ambas cosas.
Sus buenos amigos le aconsejarán el olvido, pero este hombre ha
nacido en Flores y no tiene la menor intención de gambetear el dolor.
Y cada día deja mansamente que la tristeza le invada los huesos y que
tiña hasta el último de sus pensamientos.
A veces, las distracciones y los mundanos asuntos amenazarán con
hacerle olvidar siquiera por un momento su amor y pesadumbre. Pero el
hombre reaccionará inmediatamente y se sumergirá otra vez en su propio
abismo.
Que nadie se engañe. Este hombre que ríe a carcajadas cuando algún
conocido le refiere el cuento de los supositorios, está pensando en su
amor imposible.
Y la sangre que hincha sus venas es negra y espesa.
Pero, atención. Este amor que lo hace desgraciado es el que le hace
mejor. El ya ha renunciado a la Mujer Más Hermosa. Jamás padecerá
decepciones. Su pasión no envejecerá ni se envilecerá. Nadie podrá
engañarlo.
Y a fuerza de bañarse cada día en el sufrimiento, habrá aprendido el
secreto de la resignación.
Los caballeros exitosos no conocerán jamás la verdadera escencia del
amor imposible. Ellos jamás juegan su vida a una sola baraja. Con toda
prudencia realizan inversiones en uno y otro lugar para compensar con
unas las pérdidas ocasionadas por otras.
Pero el amor imposible no es cosa de prudentes, sino de Quijotes.
Sólo cuatro veces en doce años vio Alonso Quijano a Aldonza
Lorenzo.
Jamás cruzaron palabra. Pero eso le bastó para vivir en ella y por
ella.
Sin esperar recompensa.
Por eso, señores, si acaso atesoran ustedes uno de estos metejones
locos, a no arrepentirse. Sigan soñando y esperando lo imposible. Aunque
sepamos que nuestras ilusiones no habrán de cumplirse nunca, sigamos
acariciándolas. Lo contrario sería - como pensaba Wimpy - confundir
una ilusión con un pagaré.
Será una larga jornada. Muchas veces tendremos ganas de contar
nuestra pena, pero no podremos hacerlo, para no profanarla. Siempre
estaremos solos y tristes, pero no es para tanto. Después de todo, ya
se sabe que los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos.
Alejandro Dolina.
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