jueves, 31 de mayo de 2012

Soledad

¡Oh soledad! ¡Oh murmurante río,
A cuya margen espontáneos crecen
Los árboles frondosos, que el otoño
Despoja ya de su hojarasca verde!


Huésped errante de la selva oscura
Di en estas limpias aguas. ¡Cuántas veces
Me vio la tarde, absorto en mis recuerdos,
Contemplando su plácida corriente!

La gran naturaleza, de mis penas 
Oyó el lamento que hacia Dios asciende: 
En su templo inmortal a quien la invoca 
Seguro asilo y bálsamos ofrece. 

 Al dejar sin retorno estos lugares 
Tan dulces a mi afán, llevo indeleble 
Una impresión de gracia, de frescura, 
Y hasta el sahumerio del paisaje agreste. 

Como esas aves de amoroso instinto 
Que en busca de calor el aire hienden, 
Así mis pensamientos al amparo 
De los afectos íntimos se vuelven.

 ¿Pero en cuál mejor sitio hallar la calma, 
Y este silencio arrobador, solemne, 
Que al fatigado espíritu conforta 
Mientras las horas se deslizan breves? 


Es aquí donde exhausto peregrino 
Quisiera alzar mi solitario albergue, 
¡Y arrullado del aura y de las ondas 
Vivir lejos del mundo, para siempre! 


Carlos Guido y Spano




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