porque el fuego contenia aquel fulgor de felicidad que contenían las fogatas,
el sol, la taza hirviente del café con leche, el brasero en que se cocinaba el dulce de leche
o la ambrosía, y el frío ese mortal desamparo en que la dejaba la enseñanza religiosa en el interior helado de una iglesia,
donde todo era de mármol, la bolsa de hielo sobre la frente afiebrada la conciencia con
escalofríos...
Silvina Ocampo

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