...El frío de las baldosas que le subía por las rodillas
hasta la entrañas
le hizo pensar que;
contrariamente a la enseñanza de la Iglesia,
el infierno era de hielo y no de fuego,
porque el fuego contenia aquel fulgor de felicidad
que contenían las fogatas,
el sol,
la taza hirviente del café con leche,
el brasero en que se cocinaba el dulce de leche
o la ambrosía,
y el frío ese mortal desamparo
en que la dejaba la enseñanza religiosa
en el interior helado de una iglesia,
donde todo era de mármol,
la bolsa de hielo sobre la frente afiebrada
la conciencia con
escalofríos...
Silvina Ocampo
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