Ayer te vi... no estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar,
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi... si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
o acaso,
el que roba tus caricias,
tiene en el cielo mas poder que yo!
Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura:
yo te diré mi amada!
Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras,
ellos son elocuentes porque esperan;
¡y yo no espero nada!
¡Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y yo sé que un esclavo de rodillas
más que todos alcanza!...
Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras;
yo seré más audaz, pero más noble:
¡yo te diré mi amada!
Pedro B. Palacios
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario