“Se ha dicho, en su elogio, que Ibsen ha construido los personajes descollantes de sus dramas teniendo presentes los resultados de las modernas investigaciones psicológicas; como Balzac, Zola, Daudet, Dostoievsky y otros, habría él comprendido que las concepciones artísticas deben fundarse en la observación de la vida real, sin perjuicio de idealizar después la realidad misma, despojándola con el ropaje de las síntesis armoniosas. Es así como ha forjado algunos caracteres que parecen representativos o simbólicos de todo un género, conciliando lo real y lo ideal en forma de equilibrio estético que satisfacen al mismo tiempo al deseo de verdad y al anhelo de perfección.
Entre los grandes tipos ibsenianos ocupan lugar prominente las mujeres; en ellas, al revés de la pasada moda romántica, suelen hallarse encarnados ciertos sentimientos egotistas y antisociales circulados profusamente bajo la influencia de Stirner y de Nietzsche. Su tipo más acabado nos lo ofrece, sin duda, Hedda Gabler, personaje que siente y obra enfermizamente, aunque su lucidez mental es tan perfecta, tan lógica, que vive tiranizando y afligiendo a todas las personas que están obligadas a soportar su convivencia.
Hedda es una desequilibrada y tiene ciertos caracteres psicopáticos de la mujer delincuente. Hija de un general y educada en un medio propicio, han florecido en ella todas las inclinaciones abusivas y despóticas; tiene de mujer el sexo, a pesar suyo; hace gala de ser fuerte y masculina, cabalga, tira la pistola, se esfuerza por mostrar una indomable voluntad viril.
Aparece en escena exhibiendo en cruel desnudez su helado corazón. Carece de afectividad y simpatía, se irrita por las más leves contrariedades, todas las personas la estorban, nada la complace; sus actos y sus palabras convergen a demostrar que goza haciendo sufrir a los demás. (…) Conspira contra la tranquilidad de todos, poniendo en cada palabra una gota de veneno. Es simuladora, casquivana, instable (sic). (…) Su inteligencia es lúcida, a punto de justificar sus aspavientos de mujer superior; pero esa misma cualidad, que algunos podrían mirar como una excelencia, es la causa de sus más hondos desequilibrios, pues no guarda simetría con su falta de sentido moral. Esa es la característica de los degenerados mentales, hombres o mujeres; el desbarajuste de su vida afectiva coexiste con una capacidad razonante que desconcierta, aumentando sus aptitudes para la práctica del mal.(…)
Suele culparse corrientemente de estos desequilibrios femeninos al histerismo, como si la gran neurosis que dio fama a la Salpêtrière fuera la causante de todo lo que es anormal en la mentalidad de la mujer. No es exacto el diagnóstico, sin embargo. Hedda Gabler no es una histérica; no hay en todo el drama un solo dato que obligue a creerlo. La instabilidad (sic) mental de las histéricas depende de disociaciones parciales de la personalidad, exaltada o inhibida por una idea fija, por una autosugestión, por una amnesia. Todo ello puede alterar el equilibrio de la personalidad moral, desvencijar la voluntad, pero la personalidad moral existe, rica de sentimientos, capaz de pasión, fácil a las emociones. La histérica puede tener una afectividad mórbida; Hedda Gabler tiene una ausencia de afectividad. La histérica suele ser una enferma sentimental; esta dama suicida es una simple idiota del corazón. “
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Brillante comentario sobre la Gabbler...
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